No se han agotado las papas, no se ha agotado el maíz.
Se ha discutido hasta el cansancio sobre el bajo crecimiento del país. Ya tuvimos demasiado sobre fenómenos como la inflación, el error de cálculo de las tarifas energéticas y las difusas interpretaciones de las cifras del empleo. Les invito a situarnos en una actitud optimista y propositiva; a plantear que el camino de nuestro bienestar sigue estando en nuestras manos, pero que quizás nos falta reflexionar sobre los caminos posibles y reordenar los factores.
Esta columna, precisamente, alude a la «cosecha de saberes» —la gestión del conocimiento— como la función social más importante para enrutarnos hacia un nuevo aliento como país.
Primero: La educación no es un seguro de movilidad social, pero sí mejora radicalmente las probabilidades. No toda carrera técnica o universitaria llevará automáticamente a un mejor estatus socioeconómico. El éxito dependerá de la sintonía entre las plazas de trabajo necesarias y disponibles, en contraste con la cantidad de personas preparadas para ocuparlas.
Segundo: La formación debe ser pertinente. Necesitamos especialistas competentes para resolver problemas y necesidades reales, pero que también estén preparados para adaptarse cuando los tiempos así lo requieran.
Tercero: La adaptación debe ser constante, pero también debemos identificar ciclos. Llega un momento en que deseamos abordar nuevos desafíos, buscar un ascenso, cambiar de industria o abarcar nuevos clientes. Es vital identificar esos hitos, esos puntos de quiebre, que nos invitan a tomar un curso de especialización, un postítulo, un postgrado, una segunda carrera o, por qué no, buscar una asesoría.
Cuarto: Las relaciones humanas se basan en la percepción de valor. Si tu trabajo y tu trato son buenos, si sabes cómo resolver problemas que para otros son un misterio, si tu producto genera buenas experiencias, lo más probable es que seas el preferido.
Quinto: La investigación, el desarrollo, la innovación y la transferencia mueven la frontera. El conocimiento es un recurso único que crece al compartirse, generando soluciones, nuevas inquietudes y, al mismo tiempo, infinitas posibilidades.
Vistamos con un guante a la "mano invisible", para que los actores humanos de la sociedad tomen mejores decisiones, armados con más y mejor conocimiento.
El «saber», el «querer saber», el «saber ser» y el «saber estar» son la base para que nuestra sociedad desee integrarse de forma oportuna y eficiente, atendiendo a las necesidades de otros para, al mismo tiempo, atender las propias.
Que la cosecha de saberes, en efecto, nunca se acabe.
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