El 5 de Septiembre de 1938 más de sesenta jóvenes nacistas fueron asesinados en el edificio del Seguro Obrero –hoy, significativamente el "Ministerio de Justicia y Derechos Humanos"–, al amparo de la orden dada por el Presidente de la República, Arturo Alessandri Palma («Mátenlos a todos! ¡Que no quede uno con vida!»). El General de Carabineros Humberto Arriagada Valdivieso, de vuelta de una "farra" fue uno de los ejecutores, fusil en mano, secundado por los coroneles González y Pesoa.
Ya rendidos, los jóvenes fueron ejecutados y sus cuerpos golpeados y en algunos casos, mutilados. El crimen no terminó allí: Algunos cuerpos fueron arrojados por las ventanas durante aquella noche.
En su revista "La Nueva Edad" (N°28, con fecha 12 de Septiembre de 1942), Miguel Serrano reveló el sentido profundo de la masacre: Se trató en realidad de un crimen ritual –"magia negra"–.
Corrobora este aserto el periodista Luis Sánchez Latorre quien expresó que un misterioso "civil" dio las órdenes a los carabineros para la ejecución de los jóvenes (Véase el artículo "Tragedia antigua" de publicado en el diario Las Últimas Noticias, el 21 de Noviembre de 1998. Página 14).
La estatua de Arturo Alessandri Palma en el frontis del Palacio de la Moneda es el aciago hito propiciado por el Gobierno Invisible.
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