Sabado, 9 de Diciembre de 2023  
 
 

 
 
 
Cultura y ciencias

Costumbrismo Rural… Ganado Ibérico

Crónicas de pueblo por Sergio Díaz Ramírez, Instagram @amanecerdelgallinero

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Los paisajes de la zona central, esas estepas de espinos, lomajes, estrechas pasadas de colíos y senderos resbalosos de teatinas, aún sostienen los genes del ganado ibérico. Un grito de don Ramón en los años 60, sigue retumbando en los oídos del ganado cerruco. Puede que el tiempo se haya detenido, sino que lo desmienta don Guillermo Sánchez cuando recorre sin descanso los senderos tierra adentro del Chalaco detrás de los cachudos. Es imposible no ver ese ganado de cerro, desconfiado y muy bravo al saber de las historias de Carlitos Vásquez en sus pagos de Alhué.

Archivos históricos nos retrotraen a esas esforzadas carabelas del 1493, cuando en el segundo viaje de Colón, llegaron a la isla La Española, actual República Dominicana y Haití. Sevilla aparentemente tenía la exclusividad para organizar los embarques oficiales a América. La dispersión fue tan exitosa que, en 40 años, ya se tienen registros de la existencia de vacunos en todos los rincones de Sudamérica. A mitad del siglo XVI, ya había 500 animales en Colombia, criollos de genética europea, adquiriendo nuestro ambiente y fenotipo.

Cuando Chile tiene un 80% de terreno en condiciones productivas de secano, topografía de lomajes y cerros, un clima mediterráneo con largas temporadas de sequía, no podía adaptar otro tipo de ganado, mas que el ibérico, ese huacho hábil, rebuscador, bravío, con cuernos para levantar ramerías y buena fertilidad. Ese criollismo no es más que lograr sobrevivir y reproducirse en dichas condiciones locales, para posteriormente una vez asentado ir lentamente mejorando con incorporación de otra genética y praderas de mayor valor nutritivo y palatabilidad.

El recorrido evidenciado en diferentes crónicas, indican que luego de 1524 se produce un gran foco de dispersión en el cono sur desde la ciudad de Lima. Desde allí llegaron a Bolivia, Paraguay, Chile, Argentina y Uruguay. Además, otro gran foco se produjo desde Brasil y posteriormente, el propio Virreinato del Río de la Plata en el año 1549 recibe vacunos y ovinos desde Potosí, traídos por Juan Núñez de Prado, dejándolos pastar en la zona de Tucumán. Cómo sería la adaptación del ganado en la Argentina, que se cuenta que los legendarios hermanos brasileños Pedro y Scipión Goes, el año 1555 llegan arreando 7 vacas y un toro, iniciándose así la progenie de la pampa argentina.

Nadie desconoce la importancia de los jesuitas en la conquista española, la evangelización y lucha contra las creencias religiosas ancestrales de América, para imponer la religión católica. El ganado ibérico fue el origen de la expansión “civilizadora”. Era una fuente de riqueza colectiva para mantener las primeras poblaciones y a los indígenas cerca de las misiones. Una conducta similar fue utilizada por las haciendas, donde las regalías eran forraje y talaje para mantener ganado por parte de los inquilinos y así disponer de recursos donde echar mano, cuando la situación lo indicara.

El ganado criollo fue adquiriendo adaptaciones y fortalezas de acuerdo a los diferentes ecosistemas que nuestra américa le iba presentando. De esta manera fueron denominándose algunas razas, siempre bajo el ojo experto de los jesuitas. En Colombia la raza San Martinero, bautizada como una misión de la zona. En Brasil aparecieron los criollos Caracú, Mocho Nacional, Curraleiro, Pantaneiro y Lageano. En Bolivia criollo Yacumeño, aparentemente las haciendas chilenas, los indígenas, sambos e inquilinos, sólo los fueron llamando “huacho malo”, como rezan las típicas cuecas y tonadas tradicionales.

Los bramidos de atardecer fueron haciéndose común en los campos de la zona central y posteriormente en las empastadas del sur. Su mansedumbre fue fundamental para entrar en un manejo de veranadas, época donde la pradera natural era su único sustento. La selección natural, además del ojo de los curas y hábiles capataces hizo multiplicar beneficios, pues además de la carne, aparecieron vacas de buena producción lechera y los novillos cachudos fueron enyuntándose en las necesarias carretas.

Pasaron más de trecientos años, antes que se comenzara a planificar la traída de otras razas bovinas que transformaran el ganado productivo, siempre teniendo como base la raza criolla. En 1845, con la Ley de Colonización, que traería colonos para la zona sur, ganaderos que, con una retrospectiva histórica, para establecer praderas, ocasionaron incendios incontrolables y pérdidas irreparables del bosque y avifauna. No fue hasta 1935 que se inicia la llegada del ganado a las haciendas del sur.

Un ferrocarril llamado transandino trajo ganado de la pampa argentina, durante gran parte del siglo pasado, mejorando nuestros rebaños. A contar de la década de los sesenta, las principales razas lecheras, doble propósito y de carne iniciaron también su llegada. El mejoramiento genético encontró sustento en la raza ibérica criolla, al lograr los 500 años de presencia.  El mugir de los campos se ha hecho cómplice con el relincho de los pingos, el arreo de los ganaderos, campesinos y los imprescindibles chocos.

Bibliografía: 1.- www.producción-animal.com.ar

                     2.- Boletín INIA 438

 


 
 
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