Hoy, mientras una ola de calor sin precedentes azota Europa —con la temporada de incendios forestales más devastadores en las últimas dos décadas en España, Portugal, Grecia y Turquía—, más de 100 millones de personas bajo alerta en Estados Unidos durante el verano, y cortes masivos de electricidad y agua en el norte de África y Medio Oriente, podemos advertir que escenarios como estos podrían no estar tan lejos de nuestro propio territorio, especialmente tras un 2024 registrado como el año más caluroso en la historia de Chile.
Frente a este escenario, con una primavera que se aproxima, el arbolado urbano se presenta como infraestructura verde estratégica: brinda espacios de sombra, reduce la temperatura ambiental en promedio hasta 4 °C, atenúa el impacto de las islas de calor, mejora la calidad del aire, y actúa como hábitat para fauna nativa incluso en entornos densamente urbanizados. Además, su presencia está asociada a entornos más saludables y cohesionados socialmente, con efectos positivos comprobados sobre la salud física, el bienestar mental y la resiliencia comunitaria.
En Chile, el déficit de áreas verdes es evidente y demanda acción inmediata. Desde Fundación Reforestemos impulsamos nuestro Programa de Arbolado Urbano, que ya ha beneficiado a más de 4 millones de personas en 24 comunas de 7 regiones. Pero esta es una tarea que exige la colaboración de autoridades, empresas y ciudadanía. Y exige que lo hagamos ahora. Invertir en arbolado urbano no es solo una apuesta por la salud y el bienestar: es una medida de prevención ante el clima extremo que ya golpea al mundo y que amenaza con intensificarse.
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