Lunes, 31 de Marzo de 2025  
 
 

 
 
 
Cultura y ciencias

Costumbrismo Rural… La doctora Olmos en Veranadas

Crónicas de pueblo por Sergio Díaz Ramírez, Instagram @amanecerdelgallinero

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El clima y la topografía andina han heredado desde épocas remotas, la subida a veranadas. Se inicio con los camélidos, para posteriormente encontrarnos con ganado ovino y bovino, luego de la conquista española. Si bien es cierto que la presencia de la mujer ha sido permanente, especialmente en la dirección del ruco y elaboración de quesos, no deja de llamar la atención que la doctora Gina Olmos Ortiz sea la fiscalizadora de esta sección de la zona andina. Mas no sólo eso, ha sido la encargada de tomar la posta de la icónica doctora Rosa Labourdette Mayorga, quien realizo la función, durante el período anterior, siendo una acción revolucionaria para la época.

Fotos históricas encontradas en la oficina del SAG, Los Andes, nos llevan a una escarchillada amanecida del sector “Pedro Pablo” en Río Colorado. Bajo los abrigados ponchos podemos recordar al doctor Hugo Silva Serrano, al destacado funcionario Hernán Yáñez Merino y al Seremi de Agricultura doctor Moisés Hervías, quienes conocedores de todos los rincones cordilleranos, recorrían, un día de enero de 1985, las posturas atiborradas de ovejas de don Hugo Montenegro, recordado criancero andino y que hoy ya descansa en paz. Potrero Alto tampoco olvida a los Figueroa, Astargo y Onell y un balido que baja por la quebrada recuerda sus pasos.

Ha pasado noviembre y el ganado ya ha roto las tranqueras y se ha dirigido a las alturas. Ese arriero antiguo sigue diciendo que llegada la época “el ganado sube solo”, aunque todos sabemos, acota la doctora Gina, que el arreo se prepara con mucha anticipación y una nueva trashumancia ya está en camino. El balido de las ovejas ya se extraña en las veranadas de Aconcagua y los rodeos espiados van por el lado de los vacunos, caballares y algo de caprinos. Ya se sabe que don Gamalier Cuevas está subiendo a las posturas de Putaendo y con la especial característica de predecir el clima, ya sea invocando las cabañuelas españolas o los secretos peruanos de los siete cambios en una noche.

No es casualidad que sea la encargada SAG, de esta zona andina, tampoco que su profesión sea de médica veterinaria, claro que no. Su padre puede haber sido campeón de futbol profesional con San Felipe el glorioso año 1971, mas la pasión del “Huaso Olmos “, llevo a su hija a recorrer a su estilo de centrocampista, toda esa cordillera de Sobrante y Alicahue, donde el tío Pepe Castro era su capataz. Desde niña descubrió los secretos de la crianza bajo los espinos, del rodeo de la “Arena“, las apialaduras y señaladas. La cabalgata, el trote y galope direccionaron su camino.

Ya en el 2010, volvía a cabalgar la zona cordillerana de San Felipe, ahora como encargada en labores de fiscalización de veranadas. El Nolo, arriero de esos campos se despegaba del “toro malo” y a punta de letras rancheras conducía al ganado y a los demás arrieros. “Yo tengo una vaca blanca”, tarareaba sin descanso cuando los sonidos del norte lo agotaban. Ya en propiedad comprobaba las autorizaciones de subida y los formularios de movimiento animal. Su sombrero, en tarde ventosa, corría cuesta abajo y dos jóvenes campesinos saltaban presto de sus pingos, obviamente no importaron los rasguños de “espinazo”.

Desde el 2015 no amilana en el desafío y los montes andinos fueron su destino. Con la dura tarea de reemplazar a la doctora Labourdette, se adentraba en nuestros rincones. Una tranquila mirada del Toño Guerra y la sapiencia de don Adrián Quiroga la conducían por esos pagos desconocidos. Los arrieros miraban huellas y rucos, encendían el necesario fuego para los descansos reponedores y comentaban las marcas y señales de los propietarios de los piños que salían al encuentro. Se agolpaban las posturas de “La Gloria”, “Potrero Alto” y “La Lista”, con sus descampes y pircas. “Riecillo”, “Mercado” y “Los Nichos” le daban la bienvenida con elegantes vuelos de águilas mora y bailarines.

Por favor, la vida pide un silencio, los rebaños de Ranchillo iniciaron la caminata nocturna a la cordillera. Los Astargo se incorporan al arreo, un chonchón recuerda la tradición anual, un diácono da la bendición y un aplauso emocionado el vamos. Relinchos nerviosos de colorados potros se disponen a encabezar la manada, perros pastores hacen de aleros y otros pellizcan patas en la retaguardia. Las botas de “cuero de cauro” tapan los corriones de las espuelas y abrigan las rodillas de entusiastas jinetes. El alba los recibe en río Colorado y el espíritu de doña Melania ya ha descerrajado la tranquera de subida.

El calendario de las actividades ya está en curso, se aproxima la subida a las posturas limítrofes para realizar una inspección visual del ganado. Junto a Marco Gajardo, eximio funcionario pecuario, analizaran posibles cojeras, lengua azul y otros signos que impliquen inspección clínica. Posteriormente en febrero se instalarán en “Ojos de Agua”, observando básicamente cabrerías. La escalada final de 15 días en marzo los llevará a los rincones del techo de Los Andes, para tomar muestras, ver los rodeos y dar las “autorizaciones de bajada de los piños”.

Los relatos de antiguos arrieros, donde trajinados mulares se afirmaban en delgados desfiladeros, el viento azotaba hasta las tripas y los pumas, cóndores y ánimas cubrían los caminos, ya no son excusas para que atrevidas y empoderadas mujeres andinas se tomen la herencia de la trashumancia. La doctora Gina Olmos coge con fuerza el desafío y desde lo alto del Aletón, mira la bajada del río Rocín, afluente original del Río Putaendo, cabalga esquivando las yaretas y no deja de extasiarse con las alborotadas corridas de chulengos y guanacos.

 


 
 
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