Lunes, 10 de Marzo de 2025  
 
 

 
 
 
Cultura y ciencias

Costumbrismo Rural…Cantando para el vecino.

Crónicas de pueblo por Sergio Díaz Ramírez, Instagram @amanecerdelgallinero

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La verdad que es muy temprano, debería ser un poco más tarde, a diario me imagino el dialogo de los vecinos que, sin quererlo, se despiertan junto al canto de mis gallos. Hay muchas preguntas respecto al tema, de hecho, la historia de su acompañamiento con el ser humano, ya alcanza los diez mil años. No sé qué pensar, cómo se mantiene esa conducta, pues la domesticación, la vida al lado de las personas, llevan a no entender lo que significa la palabra impronta, un concepto tan manido y delicado con otras especies. A veces los escucho a las tres de la mañana, pero normalmente a las cinco, sin duda son avisos diferentes.

Agudos, roncos y otras veces inquietantes, así transcurre la noche, sea cerrada o en luna llena, pues los gallos vigilan con un ojo abierto, la tarea es importante, cuidar el gallinero, además de cumplir con el rito sagrado de dar el puntapié inicial a las actividades de la siguiente jornada. Dicen que las gallinetas y gansos son los mejores cuidadores del campo, por sus estridentes gritos, mordidas certeras y su fama se la han ganado a pulso. Eso lo dicen los que no saben interpretar al gallo, en la noche jamás se descuidan, y gatos, zorros, quiques, no pueden discutir su territorio, de manera que un canto a deshora, es porque alguien merodea.

En el campo sureño, mucho se habla del gallo trintre, ese de plumas rizadas, vueltas para atrás, y como no ha de serlo, si son los responsables de mantener a raya las contras, malos espíritus y al mismísimo demonio. Al menos un gallo trintre debe haber en cada gallinero, así lo creen los ancestros y criollos acampados, originarios que pueden caminar la noche, sin hacer caso de charlas de duendes, fogatas espontáneas o colas de flecha. Al igual que los ketros, sus cantos son roncos, como el sonido profundo de las cascadas, cuando el agua choca con las lajas sin desgastar, de apenas 500 años. Ese gallo, desde lo alto de un guaye, vio caminar al puma, y no se le movió ni la punta de la barbilla.

Ya la mansedumbre, no sirvió para evitar el canto tan madrugador, mas una publicación de National Geographic, da luces sobre el tema y descubren un estudio de la Universidad de Nagoya en Japón, donde Yoshimura, estudiando las bases genéticas de las vocalizaciones o comportamiento innatos, como el cacareo de los machos, descubre algo importante. Los gallos no requieren señales externas de luz, para saber cuándo comenzar a cantar, trato de madurar el tema, pues realmente necesito argumentos científicos para exponer, cuando llegue el día, que mi vecino, me reclame sobre los cantos madrugadores, pues creo que ese tiempo llegará.

Jueves 13 de junio del 2024, 20 horas, la lluvia era incesante, suena el celular, una tragedia venía en camino, me estaba llamando la vecina, sin duda era por los gallos, pero algo de preparación tenía en la respuesta, me dice con voz intranquila, que me acerque al muro medianero, al fondo del sitio. No hubo tiempo para paraguas, las botas de agua y un gorro, apañaban bien, Carlos alumbraba el desastre, 20 metros de murallón de adobe estaban en el suelo, mientras los perros amenazaban con pasarse, a dos metros el gallinero, las aves inquietas, allanaban el camino para la conversación que venía en ciernes, el canto de los gallos. Una carpa solucionó momentáneamente, hasta que al día siguiente mágicamente don Pancho Reinoso, iniciaba los trabajos definitivos.

La inquietud seguía pendiente, a la noche siguiente trataba de interpretar los cantos, horarios y algo diferente, la lluvia seguía y podía desembocar en la caída del muro de gallinero y básicamente una invasión de cantos, en dirección a los vecinos. Mi experiencia en la crianza de gallinas criollas, muchas veces me daba la seguridad de conversar o discutir, cualquier tema en la cultura de campo, sin embargo, me intimidaba la doctora, pues podía esgrimir algún patrón científico, sobre el sueño y dejarme desarmado. Seguía investigando y llegue al ritmo circadiano, gracias a los estudios en Nagoya. Al igual que el ser humano, los gallos poseen en el cerebro un marcapasos o reloj interno, regulado por la luz, mas lo raro es que cantan en la oscuridad.

Gráficos, tablas Excel, derivadas y margen de error, mostraban los estudios de Yoshimura, se incorporaba también Shimmura, y las curvas le iban despejando ese período de 24 horas, que se esmeraban en descubrir, mientras tranquilamente los gallos, iban repitiendo exactamente los horarios críticos de sus melodías. Los gallos combatiente Shamo, Tomaru, Tuzo, Yamato y Yokohama, daban luces a los estudios, y se descubrió que comenzaban a cantar dos horas antes de la llegada de la luz del amanecer. Definitivamente ellos no han aprendido nada en estos miles de años, y aparentemente los vecinos deberán acostumbrarse sí o sí.

Malla acma y unos gruesos polines, así reemplazamos los 20 metros de muro de adobe en la tormenta de junio, don Pancho hizo su mejor trabajo, pero hay un solo inconveniente, aumentó el riesgo de encontrarme con los vecinos y terminar en la conversación, que ya todos sabemos. Y llegó el día, calmadamente Carlos, a través de la malla, en una de estas tardes largas de verano, me relataba que su mujer creció en el campo de la familia cerca de Buenos Aires, razón por la cual se vinieron a las parcelas de Tocornal, la idea era hacer rápidamente un gallinero, para sentir la impronta que da el canto de los gallos, yo no lo podía creer, finalmente éramos de los mismos. Decidieron quedarse con el canto del gallinero vecino, no era necesario hacer el propio, así terminaron mis inquietudes y que sigan cantando los criollos, un par de horas antes del amanecer.


 
 
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