Lunes, 28 de Abril de 2025  
 
 

 
 
 
Opinión

Las relaciones afectivas en la adultez temprana

Por Tomás Covarrubias Fredes. Psicólogo

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A lo largo de toda la vida, las interacciones sociales son significativas pero, durante el estado adulto temprano (entre los 20 a los 35 años aproximadamente), alcanzan un punto crítico. La mayoría de las personas tiene un anhelo profundo de relacionarse íntimamente con una persona del sexo opuesto y algunas otras con alguien del mismo sexo. En la mayoría de los casos, el matrimonio es el medio usual con que se satisface esa necesidad. La intimidad en las relaciones humanas presupone otras conquistas importantes, por lo que muchas personas son incapaces de alcanzarla. Por ejemplo, nadie puede establecer una relación íntima sin una confianza básica previa en el otro, y ésta se construye sobre la autonomía segura en ambas partes. Relacionando lo que se ha obtenido de las etapas anteriores, podemos decir que en este periodo un sentido de iniciativa bien desarrollado capacita a los cónyuges a realizar cosas productivas para el otro; un sentido de laboriosidad capacita a cada uno a mostrar amor en una forma tangible, haciendo cosas en forma competente para su pareja; el sentido de identidad proporciona a la pareja el papel de un ego estable, una capacidad sana para la fidelidad y una serie bien definida de valores y prioridades.

Amar verdaderamente exige cualidades como compasión (sentimiento de ternura hacia otro y deseo de ayudarlo), simpatía (unidad o armonía con el otro), empatía (sentimiento de compartir una experiencia), identificación (convertirse en una sola persona con el otro), reciprocidad (aceptar el punto de vista del otro como igualmente válido que el propio) y mutualidad (querer lo que el otro desea dar y conceder lo que el otro desea recibir). Sin estas cualidades sociales de la personalidad no puede haber intimidad. Estos sentimientos y emociones sociales son evidentes en el acto sexual, aunque éste es sólo una faceta de la intimidad asociada al matrimonio.

La incapacidad de establecer relaciones íntimas satisfactorias, a menudo deja a las personas con un sentimiento profundo de aislamiento y extrañeza. Si la necesidad de amar no se satisface, se sienten incompletos. Otras reacciones incluyen papeles estereotipados, como ser siempre sarcástico, siempre el payaso o someterse crónicamente a la voluntad de los demás. Se atribuye dos virtudes importantes a la persona que se ha enfrentado con éxito al problema de la intimidad: afiliación (formación de amistades) y amor (interés profundo en otra persona).

Es importante considerar de que nuestra cultura cada vez más individualista ha influenciado a como se vive dicha etapa por los intereses que muchas personas anteponen en este periodo, como por ejemplo, el éxito laboral o material. Sin embargo, esta crisis que se adosa ontogénicamente en toda persona, se manifiesta inexorablemente en toda cultura y toda sociedad por muy distintas que estas sean.


 
 
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