Diciembre, mes de las Personas con Discapacidad, nos invita a cerrar el año reflexionando, pero sobre todo a proyectar los desafíos que enfrentaremos como sociedad el próximo año. Bien sabemos que la Convención de las Naciones Unidas establece la accesibilidad como un derecho esencial para garantizar la participación plena y equitativa de todas las personas, sin distinción de condiciones físicas, sensoriales, cognitivas o sociales.
En Chile, este compromiso se expresa en la Ley N.º 20.422, que promueve la igualdad de oportunidades y sitúa la accesibilidad y el Diseño Universal como principios orientadores. Sin embargo, para el próximo año el desafío no es solo normativo, sino práctico: avanzar desde la intención hacia acciones concretas y sostenibles que eliminen barreras en los entornos cotidianos.
Hablar de accesibilidad implica pensar espacios, servicios y sistemas que puedan ser utilizados de manera autónoma por todas las personas. No se limita a rampas o infraestructura, sino que abarca también lo comunicacional, digital, educativo y laboral, ámbitos donde aún persisten brechas que restringen la participación.
La accesibilidad beneficia a toda la sociedad: personas mayores, mujeres embarazadas o quienes enfrentan limitaciones temporales. Asumirla como un compromiso ético y colectivo será clave para construir comunidades más justas, inclusivas y solidarias en el año que comienza.
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