El Día Mundial del Suelo invita a reflexionar sobre las preocupantes conclusiones del informe 2025 de la FAO sobre El Estado Mundial de la Agricultura y la Alimentación.
Bajo el título “Abordar la degradación de las tierras en todas las escalas de tenencia”, el documento hace un llamado a considerar el impacto de la degradación del suelo causada por la producción agrícola, así como las implicancias que esto tiene para los productores de todos los tamaños y para la población mundial.
En los últimos años la discusión se ha centrado en el alza del precio de los alimentos debido a la necesidad de asegurar su inocuidad y a los efectos del cambio climático. Sin embargo, la clave para enfrentar estos desafíos está a nuestros pies.
El suelo no es simplemente tierra inerte; es un ecosistema vivo, compuesto por microorganismos, materia orgánica y minerales esenciales para la productividad agrícola, y la soberanía y seguridad alimentaria.
Parte importante de los costos ambientales ocultos que cuantifica la FAO derivan de la gestión insostenible del suelo. La erosión, la salinización y la pérdida de materia orgánica no solo reducen la capacidad de los cultivos para prosperar. También comprometen servicios ecosistémicos vitales, como la filtración de agua y el secuestro de carbono.
Durante décadas el foco se ha puesto en maximizar el rendimiento a corto plazo, a menudo mediante el uso excesivo de fertilizantes y pesticidas, que son una causa directa de la contaminación del agua y la alteración de la abundancia de microorganismos en el suelo.
Según la FAO, el 75% de los suelos de Latinoamérica están degradados, lo que origina pérdidas anuales de más de US$60 mil millones por pérdida de productividad. Este monto equivale a más de seis años enteros de exportación frutícola chilena.
El camino hacia la transformación está en nuestras manos. Este pasa por la adopción de prácticas que enfaticen el manejo sostenible del suelo y potencien su salud.
Fortalecer los sistemas de monitoreo y evaluación de la calidad de suelo se vuelve esencial para la toma de decisiones informadas. Determinar el contenido de materia orgánica, las propiedades fisicoquímicas y abundancia de microorganismos funcionales en el suelo son prácticas esenciales para un manejo sostenible.
Al intervenir la salud del suelo se incrementa su resiliencia ante el cambio climático, se le dota de mayor capacidad de retención de agua y se reduce la necesidad de costosos insumos externos, bajando así los costos de producción y potencialmente, el precio final de los alimentos.
Es tiempo de ver nuestros suelos no como una plataforma de producción ilimitada, sino como un recurso finito y vital que necesita ser gestionado con cautela.
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