Hace algunas semanas se publicaron los resultados del Estudio Internacional de Enseñanza y Aprendizaje 2024 (TALIS, por sus siglas en inglés), encuesta sobre la profesión docente en la que participaron profesores y equipos directivos de escuelas de 56 países. Algunos de los temas abordados son la formación docente, creencias sobre la enseñanza, liderazgo y prácticas pedagógicas, a los que se sumaron en esta edición preguntas sobre la dimensión socioemocional, diversidad del estudiantado y el uso de inteligencia artificial.
Lo distintivo de este estudio es que releva la visión y vivencia de los protagonistas del sistema educativo. En una profesión altamente regulada y sobre la cual todos opinan, la voz de los profesores nos ayuda a comprender mejor nuestra realidad profesional y, de paso, desmitificar algunas construcciones sociales que, aunque populares, no son del todo ciertas.
Uso de IA, satisfacción laboral y toma de decisiones
Por ejemplo, frente a extremismos que hablan de niños secuestrados por las pantallas o profesores que se ven amenazados por la tecnología, más de la mitad de los docentes (55,4%) declara que ya utiliza IA, tanto para la actualización de su propio aprendizaje como en herramientas de retroalimentación. Frente a furibundos llamados a colgar el delantal, el 92% de los encuestados se siente satisfecho con su trabajo y con su entorno laboral. Frente al cuestionamiento permanente de la formación inicial, un 87% considera de alta calidad su preparación profesional pedagógica. Todos estos porcentajes bastante por sobre el promedio de la OCDE.
Este fenómeno lo hemos visto por años en diferentes áreas: el que grita más fuerte no es el más representativo, muchas veces ni siquiera es parte de la comunidad que dice representar.
Podríamos concentrarnos en demandas reales, por ejemplo, sobre participación en la toma de decisiones: solo un cuarto de los profesores considera que tiene influencia en políticas escolares sobre evaluación, disciplina y diversidad. Parte de ello explica, en parte, la disminución en la percepción de su valorización social (de 33,6% en 2016 a 16,7% en 2024).
Así como nos balanceamos bipolarmente entre opiniones de que somos el país más feliz del mundo o que todo se cae a pedazos, pongamos un poco de racionalidad en nuestras decisiones: hay desafíos, pero también oportunidades de mejora; no es un infierno, tampoco es un Edén, diría Adamo. Los profesores se saben la canción, confiemos en su conocimiento profesional, mejoremos sus condiciones, dejémoslos trabajar tranquilos.
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