En los últimos años, el Ministerio de Educación de Chile ha incluido indicadores de desarrollo personal y social (IDPS) en la prueba SIMCE, con el objetivo de visibilizar aspectos claves del bienestar escolar, como la autoestima académica, la motivación, la convivencia escolar y la participación. Sin embargo, es fundamental entender que las acciones de apoyo socioemocional en nuestras comunidades educativas no se agotan en el cumplimiento de estos indicadores ni en su posterior evaluación estandarizada.
El propósito real de estas acciones va mucho más allá: buscamos entregar a todos nuestros estudiantes —independientemente de su diagnóstico, contexto o nivel de rendimiento académico— las herramientas necesarias para desarrollarse como personas plenas, capaces de enfrentar con resiliencia y confianza los desafíos de un mundo cada vez más complejo, cambiante y exigente.
Hoy más que nunca, educar no es sólo enseñar contenidos. Es preparar a niños, niñas y adolescentes para vivir en sociedad, resolver conflictos de manera pacífica, trabajar colaborativamente, expresar sus emociones, tomar decisiones responsables y adaptarse a entornos diversos. Es aquí donde el desarrollo de las habilidades del siglo XXI cobra una relevancia ineludible: pensamiento crítico, comunicación efectiva, creatividad, colaboración, manejo emocional, empatía y alfabetización digital, entre muchas otras.
Como líderes educativos y ciudadanos comprometidos, debemos comprender que fortalecer las habilidades socioemocionales en nuestros estudiantes no es una moda ni una tendencia pedagógica momentánea. Es una necesidad ética y formativa. No podemos pretender formar personas íntegras si no las dotamos de herramientas para conocerse, regularse y vincularse sanamente con los demás.
Es urgente entonces que nuestras comunidades educativas, las familias y la sociedad en su conjunto comprendan que el éxito educativo no se mide únicamente en resultados numéricos, sino en la capacidad de nuestros niños y niñas para desenvolverse con seguridad, respeto y autonomía en la vida real. Solo así, podremos aspirar a una educación realmente transformadora, inclusiva y significativa para todos y todas.
Como Escuela Básica Río Blanco creemos que es fundamental para hacer carne nuestra visión: Educar para cambiar el mundo.
|