El pasado 25 de febrero, Chile vivió un apagón masivo que dejó sin electricidad a millones de personas durante varias horas. La falla en las líneas de transmisión entre Pan de Azúcar y Polpaico —al norte del país—, expuso una vez más la fragilidad del sistema eléctrico nacional ante eventos inesperados. Sin embargo, más allá del análisis técnico de lo sucedido, la verdadera lección que debemos extraer de esta crisis es la imperiosa necesidad de fortalecer la infraestructura de almacenamiento de energía en el país, particularmente mediante el uso de sistemas de baterías de gran escala, conocidos como el Battery Energy Storage Systems (BESS) y sistemas alternativos como el Gravitational Energy Storage (GES).
A pesar de que Chile ha logrado posicionarse como un referente en generación de energías renovables, especialmente solar y eólica, aún depende de fuentes térmicas como el carbón y el gas para mantener la estabilidad del sistema en momentos críticos. Esto se debe a que las energías renovables son intermitentes y, sin una infraestructura de almacenamiento adecuada, no pueden garantizar la continuidad del suministro. Es aquí donde los BESS y los GES marcan una diferencia clave.
Estos sistemas de almacenamiento disminuyen la vulnerabilidad ante fallas en la red de transmisión al absorber el exceso de energía generada durante el día y liberarla cuando más se necesita, lo que se conoce técnicamente como la capacidad de corriente de cortocircuito de la red. La desconexión entre el norte y el centro-sur no solo dejó sin electricidad a gran parte de la población, sino que también generó un desbalance de frecuencia en el sistema, obligando a generar apagados preventivos para evitar daños mayores. Un sistema robusto de BESS habría funcionado como un amortiguador, estabilizando la red y evitando cortes prolongados.
La relevancia de esta solución no solo radica en su capacidad de respuesta ante fallas, sino en su potencial para transformar el mercado energético: al integrar más almacenamiento, Chile podría reducir su dependencia de combustibles fósiles y acelerar la descarbonización. Además, esto abriría la puerta a la exportación de energía renovable, posicionando al país como un líder regional en suministro eléctrico limpio y sostenible.
Países como Australia y EE.UU. han avanzado en la implementación de sistemas BESS a gran escala, con resultados exitosos en la estabilización de sus redes eléctricas. Chile, con su enorme potencial solar y eólico, no puede quedarse atrás. Las políticas públicas deben enfocarse en incentivar la instalación de estos sistemas a través de regulaciones que faciliten su integración y modelos de financiamiento que permitan su desarrollo acelerado.
El “25F” fue una advertencia que no podemos ignorar. Es momento de pasar de la reacción a la prevención. La incorporación de más BESS no es solo una opción, sino que una necesidad para garantizar la seguridad energética de Chile.
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