No era un fin de semana cualquiera. Estábamos todos convocados a elegir nuestras autoridades, mas algunas diferencias marcaban el ambiente político, se podría decir que eran cambios técnicos y sólo eso, de ninguna manera cambiaría la opción de cada votante, quizás …
Eran dos días, como recordando la pandemia, qué más da. La cena estaba servida, y el bebestible caía lentamente a la oración en güergüeros sedientos, hasta con denominación de origen y ya las restricciones de las noches previas quedaban en el pasado. La enorme cantidad de interesados en la función pública obligaba a entrar a picar, dijo don Pancho, de otra manera el atoche en las cámaras secretas colapsaría el sistema. Otra de las novedades que se agradecen, fue la ausencia de las franjas políticas, la verdad ese silencio que al parecer es de las 48 horas previas, se alargó y si no fuera por tímidos cierres de campaña, poco nos habríamos enterado, si hasta las palomas brillaron por su ausencia, al menos en comparación a temporadas pasadas.
Que la vida es corta, qué duda cabe y entre tintos y risas, masticábamos el concepto, al mirar nuestros dedos, sin encontrar los años, pero había que aprovechar la previa. La verdad la noche no estaba para bajones y con los amigos nos abrazamos, dibujando nuevos desafíos o explicando los actuales, ni siquiera las nuevas de subsecretarios ni las fotos onfire de exalcaldesas nos arrancaban de nuestros sabrosos diálogos. La tranquera del local sonaba de vez en cuando y de veras que muchas veces pensamos que caería la ley y se perderían nuestros votos, mas un gentil garzón nos llevaba a la tranquilidad y nos explicaba por tercera vez que ya no había ley seca.
Sábado 26 era la cita y a las 11 horas se alcanzaba una mediana fila en el local determinado, en el segundo piso. La presidenta de mesa salía muchas veces a dar explicaciones por votaciones asistidas y paseos de las urnas entre el primero y segundo piso, lo mismo uno de los libros, cosa que no termine de entender. Repasaba los nombres elegidos y me aprestaba a votar de la manera más rápida posible, sin embargo, a pesar de tener claridad en los nombres, no contaba con los innumerables pactos de los concejales, y los tonos tenues de los cartones, que perfectamente podían llevar a equivocación. El domingo en la tarde noche, las noticias se enfocaban en el conteo de la capital, incluso, a última hora, aún no se tenía total claridad en los recuentos de la provincia andina, para contrariedad y cansancio de apoderados y vocales.
Dicen que el conejo come callado y al menos en Los Andes, parece cumplirse la frase costumbrista, pues los cuatro alcaldes salieron reelectos, sin haber requerido franja electoral televisiva, abundantes palomas, grandes concentraciones ni debates de prensa. M.Rivera prácticamente no tuvo que “gritar las hallullas” por la remodelación de la Avenida Argentina; a C.Ortega no lo vi llegar esta vez a las casas de mi sector; la señora alcaldesa sólo tuvo que caminar su ruta y en la otra comuna bastó con el famoso apagón. A propósito, les puedo contar que los conejos se desplazan en la oscuridad, ni siquiera en noches de luna llena, pues los cazadores pueden fácilmente encontrarlos. Sus madrigueras son de cientos de metros y la reproducción es exponencial, muchas veces el silencio responde de la mejor manera.
Seguro que las huellas dejadas en el trabajo diario, son la mejor publicidad, y creo que es el caso de las consejeras regionales, qué manera de trabajar, ambas dos, dijo el huaso y como diría un entrenador “démelas siempre”. Me detengo un momento en la reflexión, pues lo bueno de nuestro pueblo es que podemos conocer a las personas, básicamente somos una manada de conejos de la misma granja, casi unidos en la gran madriguera. A una la conocí en el trabajo, en la gobernación de puertas abiertas y siempre escuchando, a la otra en la vida de la amistad y risas compartidas, un caso donde la opción política pasa a un último plano, incomparable la vida en Los Andes.
En alcaldes y consejeros regionales, un cien por ciento de asertividad del conejo, mas no debemos dejar de lado el mito en los concejales, cuatro de seis en Los Andes, tres de seis en San Esteban, dos de seis en Rinconada y cuatro de seis en Calle Larga, es decir un cincuenta por ciento de costumbrismo. Dejamos de lado los titulares más conspicuos de gobernadores al ser consideradas estadísticas regionales, pues escapan al análisis del mundo interior, donde se mantiene la historia ancestral.
Voy y vengo en los senderos de los conejos. Fui criado en las praderas del campo pasado, en las huellas estrechas que alcanzaban los cordones de los cerros, en los balidos quejosos del animal perdido, en la rumia tranquila de teatina bajo el espino, y en el choquero sereno de amigos buenos. Soy pana de don Luis Miranda Pérez, andino por adopción, pero criado con ojotas en el Peumo antiguo, bajo los naranjales de Sofruco y con la sabiduría del campesino, lo presento porque la frase del título, mejor dicho, el concepto que encierra es de él. En la vida, que nos conozcan por la huella, el silencio del oyente y la interpretación de la naturaleza … amigos, el conejo come callado.
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