LOS ANDES(06/09/2023).- Una emocionante ceremonia se realizó para rendir homenaje a un andino que ejerció un histórico oficio por más de seis décadas en Los Andes, fue el lustrabotas insigne de la Gobernación junto a su compañero Juan Lobos.
Su lustrín se convirtió en parte del paisaje del centro de la ciudad, por su silla pasaron generaciones de andinos y andinas, siendo patrimonio viviente de la comuna.
En la emotiva ceremonia, don Benito y su familia, hicieron entrega al Centro Cultural de su querida herramienta de trabajo, el lustrin en el que miles de andinos pulieron sus calzados.
El lustrín se mantendrá en el Centro Cultural como parte del patrimonio andino y para que las futuras generaciones puedan apreciarlo y conocer su legado.
En la ocasión, el alcalde Manuel Rivera, dijo que es un merecido reconocimiento, don Benito y su lustrín son parte de la historia de Los Andes.
“Agradezco a la familia de nuestro último lustrabotas que desde la década del 50´, estaban en la Plaza de Armas junto a Juan Lobos. Muchos de nosotros crecimos viéndolo trabajar”, declaró el jefe comunal.
Benito Trigo García, muy emocionado, agradeció el gesto de parte de la autoridad comunal, “ pues fueron muchos años a esta edad se emociona con los homenajes”, exclamó entre lágrimas.
Miguel Trigo, hijo de don Benito, comentó que “es emocionante muy llamativa y significativa, se le ha reconocido una vida de trabajo, de amor al trabajo. Emocionado como familia cuando fue andino destacado, es un reconocimiento emotivo, va tomando esa energía y deja ese lustrín donde cuidarlo y cuidar las tradiciones”.
Una historia de esfuerzo.
Don Benito Rudecindo Trigo Garcia, inició el noble oficio de “lustrador” hacia el año 1957, a los 14 años, como aprendiz de don Juan Lobos, que en ese entonces era el dueño del tradicional Lustrín.
Eran tiempos en que los Andinos hacían fila para lustrarse, pues se usaba calzado de cuero y las calles no tenían los pavimentos de hoy, su clientela estaba constituida por el clásico señor de pueblo que gustaba lucir un calzado brillante y llamativo, y además por el hombre de campo que venía de compras o realizaba trámites en la ciudad -el que no concebía la idea de ingresar a una oficina con los zapatos sucios- y seguramente por eso el Lustrín se instaló inicialmente en la Alameda de Avda. Argentina, donde Juan Lobos y los jóvenes ayudantes, entre ellos Benito, dejaban reluciente el calzado de los Andinos. Fueron épocas de tradición y respeto, de polvo, barro y estiércol, de sacrificio y mala economía en nuestro país, pero también de buena conversación y lectura del diario mientras se lustraba el calzado.
Don Benito abrazó este oficio por más de 62 años, y lo transformó sin proponérselo, en un patrimonio para nuestra ciudad -ellos eran un todo- la dupla que siempre estuvo en la Plaza de armas y luego en el corredor de la Gobernación junto al desaparecido quiosco. Benito y su amable sonrisa, su excelente y rápido servicio, la tertulia improvisada entre amigos y pasantes, el punto de encuentro para verse y saludarse.
Juan Suárez Huerta, oriundo de San Esteban y uno de los últimos clientes habituales de Benito, cuenta que se lustraba desde los años 50 cuando había Lustrín en la Alameda, y estuvo ahí varias décadas antes incluso, luego pasó a la Plaza por calle O’Higgins y después al lado del Odeón, para finalizar en el corredor del edificio de la Gobernación, conoció a “chapita” y a todos los ayudantes que tenía.
Para los hijos de Benito, Luis, Carmen, Eduardo y Miguel, el concepto del Lustrín tiene un sentido mucho más amplio, pues representó el sustento del hogar, un trabajo honesto y la dedicación de un padre que intentaba sacar a sus hijos adelante, es por eso que no ha sido fácil tomar la decisión de traspasar tan apreciada herramienta de trabajo a terceros, considerando que Benito construyó una vida en torno al Lustrín, que fue su propósito y rutina por muchos años y que guarda entre su materialidad la historia personal de un hombre singular. Cabe mencionar que no se trata del valor comercial de un objeto, o de la tasación que pueda tener como antigüedad, si no de la historia centenaria impregnada en la humilde estructura, la capacidad de provocar recuerdos y evocaciones de tiempos pretéritos.
La familia Trigo espera que el Centro Cultural de Los Andes cuide y resguarde el Lustrín que ha sido trasladado a sus dependencias, para dar a conocer a las nuevas generaciones un desaparecido oficio, característico de nuestra ciudad por muchos años, ese que su padre mantuvo vivo y que tal vez aun desarrollaría de no ser por las medidas tomadas en pandemia, que lo obligaron a recluirse en casa y dejar su fiel herramienta de trabajo a merced del deterioro y olvido.
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