Doña Elisa recorre las calles de la capital, y se hace notar. Ha sido testigo de los profundos cambios del país en los últimos cincuenta años y siempre ha tenido una opinión. Su pequeña estatura la disimula con los tacos que en más de alguna ocasión le han pasado la cuenta. Una mirada directa, posiblemente heredada de la mitología griega, pues su nombre deriva del apodo de la diosa Dido, reina de Cartago, en esos perdidos paisajes de piedra de la antigüedad. Cuenta la leyenda que es la “ayudada por Dios”, quizás por eso, reitera sus visitas al Santuario de Santa Teresa de Los Andes, en el vecino valle de Auco.
La Mendoza Cerpa, podría sonar duro, un acariciador Elisita podría estar más a la altura. Sin embargo, su presencia no permite usar el chilenismo que todo minimiza. Es que de niña su madre la regañaba por que no se quedaba nunca quieta y su padre reclamaba no poder escuchar tranquilo sus partidos de fútbol, en una vieja radio a pilas. Su maestra de media le llamaba la atención de una particular manera, “Mendoza, hasta cuando recorre el fundo“. Cuarenta años de actividad de funcionaria pública, mas en su actividad nunca fue la que “escucha, escribe y calla”. Lo de celestina, no podría estar tan seguro.
De una mirada recorre hasta 1976, cuando muy jovencita hacía la práctica profesional y posteriormente quedaba de funcionaria pública. Se atropella en los conceptos, anécdotas y condiciones del trabajo. No se explica lo vertiginoso que pasa el tiempo y la cantidad de cambios tecnológicos de este periodo, en que le tocó desarrollarse. Se mira las manos con tanto papel calco utilizado, roneos, radiogramas y palancas de viejas máquinas de escribir. Sólo jefes hombres, nada extraño, el mundo lo asumía.
Emocionada ocupaba un pequeño escritorio, pero ella lo valoraba con entusiasmo, al segundo día caía una máquina de escribir y nerviosamente movía sus manos, como precalentando sus dedos. Se hacía amiga de las teclas, de los símbolos llamados tipos que, según la experiencia, golpeaba con mucha rapidez una cinta entintada. Las letras van y vienen sobre el papel, prolijamente ubicado en un rodillo. Un muelle acoplado al carro lo desplazaba y quedaba a punto para la siguiente pulsación. Las líneas llegaban y una palanca del sector derecho se activaba para seguir avanzando. El cariño brota al recordar su vieja máquina.
Otro jefe llegaba, nueva impronta, carácter, humor, en fin, siempre secretaria…secretaria. Capítulo aparte para la oficina de roneo. Ese antiguo mimeógrafo de Edison, que funcionaba con uno o dos tambores entintados y servían para obtener múltiples copias en amarillentas hojas. Recuerda con nostalgia que los funcionarios las solicitaban un viernes y debían ir a retirarlas el día miércoles, otros tiempos, otras realidades. Los griegos describían a Elisa con un carácter de liderazgo, mas también atinaban en lo apañadora con sus colegas en las situaciones difíciles, quizás su más preciado legado.
Larga temporada en la oficina de personal y el uso de radiogramas le permitía comunicarse desde Arica a Magallanes. Un viejo sistema que revive en la actualidad en momentos de emergencia, cuando los modernos medios quedan en silencio. Este es un documento escrito que deriva de un mensaje radial. Consideraba a doña Mendoza como emisor, la oficina receptora y el mensaje escueto y claro. La verdad cuesta creer que el mensaje hubiese sido breve, en fin, dejémoslo al arbitrio de la historia y los cientos de funcionarios que utilizaron el medio en esos cariñosos comunicados.
Quisiera permanecer en esos tiempos de relaciones más pueblerinas, diálogos extensos, sueños por alcanzar, amores que olvidar y otros por descubrir. Pero el camino se pavimentaba y aparecía de golpe y porrazo la modernidad, que en su caso fue marcada por la máquina de escribir eléctrica y fax. Exclama con emoción un “otra cosa pos hombre “y los describe como una maravilla de inventos, que definitivamente dio otra impronta a la función de secretaria. Cambios de departamento dentro de su servicio y las adaptaciones estaban a la orden del día. Mas su característica fue “siempre dando cara”.
Un nuevo siglo, computadoras y fotocopiadoras se desarrollaban a velocidades inesperadas y pantallas en blanco y negro se empezaban a acumular en las bodegas de don Andrés, quien algo tenía que ver en su linda vida. Doña Elisa comenzaba a dejar atrás la Mendoza Cerpa, sus tacos bajaban un par de centímetros, su caminar ya aprovechaba los descansos de tantos peldaños, la mirada brillaba de manera diferente y los consejos se hacían más sabios. La paciencia derrotaba el desasosiego, la cordura al apresuramiento y el cariño a la intolerancia.
Querida doña Elisa, un día del año 1988 divisé algunos minutos a la Mendoza Cerpa y me desgarró su eficiencia y amabilidad, pasaron muchos años y si bien ya estaba lejos de ese joven ochentero, pudimos trabajar juntos en el inolvidable 2010.Para mi fue un regalo de la vida esa experiencia, ojalá estas líneas puedan reflejar mi gratitud y cariño. Doña Elisa, ”siga recorriendo el fundo”, cosechando sus frutos y preparando los suelos profundos de futuros proyectos.
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