La “multiculturalidad”, según el diccionario, es la coexistencia de diferentes culturas en un mismo espacio geográfico o social. Reconoce la diversidad de razas, religiones, lenguas y costumbres, pero no necesariamente implica interacción o intercambio entre ellas. Esto se denomina “interculturalidad”, y se funda básicamente en promover un diálogo activo y un enriquecimiento mutuo entre las culturas que cohabitan el mismo espacio.
La “globalización” ha hecho que la migración sea una posibilidad real y cierta, que causa el trasplante de personas a otros territorios con cultura diferente.
Pues bien, el Chile, gracias a la izquierda, la multiculturalidad se ha transformado en un “dogma” con mucho de ideologismo, tratando de imponer la idea de que es un ideal a alcanzar.
Si bien es cierto la diversidad es positiva, hay que ser cuidadosos en asegurar que esto no sea a cualquier costo. Todo exceso es pernicioso, y eso lo sabemos desde siempre, entonces es claro que, si se mezclan culturas muy diferentes sin restricciones de ningún tipo, finalmente terminaremos con micro-paises o ghetos, en circunstancias que lo positivo es que las culturas se enriquezcan con los aportes de las que llegan y formen una nueva cultura, “mixta”. Esto se conoce como “sincretismo”, el nacimiento de una nueva cultura producto de la mezcla de las originales. Esto es lo deseable.
Si cada cultura integrante de esa nación pretende y trabaja por mantener su cultura en estado original, el fracaso como nación está asegurado.
Esto es lo que estamos viendo en Chile, en donde lejos de “chilenizarse” los extranjeros (muchos, no todos) han creado ghetos, tal vez como medida de protección, pero que finalmente ha ido haciendo que los chilenos originales cada día tengan que “soportar” a estos migrantes y sus hábitos , lo que tarde o temprano terminará, y ya se está viendo, “hartándolos” y preguntándose “por qué tengo que cambiar mis hábitos si estoy en mi país", en circunstancias que lo lógico sería que ellos se adapten a la cultura del país”.
Entonces, es necesario regular (y tal vez restringir) el acceso por nuestras fronteras, comprometiéndolos a respetar y adecuarse a las leyes, hábitos y costumbres del país, trabajando y aportando al desarrollo y engrandecimiento de Chile.
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