Sabado, 14 de Junio de 2025  
 
 

 
 
 
Cultura y ciencias

Costumbrismo Rural… Jesús Ibaceta y la fiebre aftosa (Capítulo especial, día del padre)

Crónicas de pueblo por Sergio Díaz Ramírez, Instagram @amanecerdelgallinero

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Una vieja libreta de vacunación anti aftosa, la N°1198, decreto 170 de 23 de mayo 1969, asignada al ganadero Jaime Vargas Jara, propietario del fundo Las Marías, de San Felipe, nos transporta a otra época del valle…una de viñas, sementeras, lecherías, crianzas, engordas, criaderos de caballos, ovejerías y cabrerías.

Han pasado 55 años y el valle del Aconcagua dibujaba un campo muy diferente al que conocemos desde los últimos treinta años. Jesús Ibaceta, enfermero de ganado, recorría polvorientos caminos en viejos Land Rover o en encaprichadas mulas, como funcionario SAG, “en vacunando ganado“, como se decía en el campo.

La historia de la fiebre aftosa venía de principios del siglo XX. Un virus altamente contagioso de animales de uña hendida, tanto domésticos como silvestres. El ministerio de Agricultura, incluso antes de la creación del SAG, venía elaborando un proyecto para combatir la enfermedad, y en 1967 define el Plan Nacional de Control de Aftosa. En 1968, año de la creación del SAG, consigue los recursos con el Banco Interamericano de Desarrollo para financiar dicha estrategia, la cual se desarrollaría entre Coquimbo y Chiloé, en la denominada zona endémica. El médico veterinario Lautaro Gómez Ramos dirigiría el programa de vacunaciones cada cuatro meses hasta 1973.

Jaime Vargas Jara legalizaba su carné de vacunación en la oficina del SAG en el valle de Aconcagua, el 20 de julio de 1974. Su carné de identidad, un pequeño librillo de tapa verde intensa indicaba el número 53155, además una dirección postal: casilla 6 Los Andes, teléfono 3016. Datos que dan cuenta de un Chile bastante lejano, con guarismos muy bajos, distante de las cifras que manejamos en la actualidad. Ese mismo día vacunaba su rebaño que incluía diez vacas, once terneros, cuatro novillos y dos vaquillas, faena realizada por el funcionario Gustavo Santander en los corrales del fundo Las Marías, utilizando bretes, mochetas y sobados lazos para el terneraje. Vacuna de laboratorio Cooper serie N°250. El registro indica que la fecha de la próxima vacunación sería en noviembre del mismo año.

El recordado médico veterinario Jorge Benavides dirigió el programa de vacunaciones desde 1976 hasta 1990. En 1976 ingresó al SAG el enfermero de ganado Jesús Ibaceta, quien realizó sus primeras vacunaciones en Las Marías, un nervioso, pero acampado chiquillo enfrentaba esas dosis, bajo la atenta mirada del experimentado técnico pecuario Hernán Yáñez Merino. Un toro cariblanco, diez vacas clavelas, ocho terneros destetados, siete novillos de engorda y catorce vaquillas de reemplazo, probaban la liviana mano de Jesús, un total de treinta y nueve vacunos quedaban inmunizados el 17 de agosto de ese año, uno de buenas lluvias y talaje prometedor. Serie 334, laboratorio Cooper.

La imagen de la década del setenta, en el control de fiebre aftosa, además de la vacunación, se basaba en el control de los focos, vigilancia epidemiológica y educación sanitaria. Las oficinas centrales en Aconcagua, de Los Andes y San Felipe, mantenían un monitoreo permanente a través de los equipos radiales, con instrucciones específicas y apoyos hacia los equipos de los móviles. Víctor Aguilera era el responsable de la radio, quien nunca se confundía con las siglas QAP o QSL. Matías, hijo de Jesús y actual técnico SAG, recuerda con nostalgia los cuentos de su padre, subiendo por Río Colorado en un caballo tordillo y dos mulas en cabresteo, una monturera y la otra de carga. Los corrales de piedra eran su destino, donde las muestras de sangre no se harían esperar.

Llegaba 1981, luego de varios años de silencio epidemiológico, sin focos ni rastros de síntomas ni signos de aftosa, se declara país libre, un día 16 de enero, con una gran ceremonia en el Palacio Cousiño, actividad de tal relevancia que la noticia dio la vuelta al mundo. Ese metódico trabajo de vacunación cada cuatro meses, con la cooperación de ganaderos y funcionarios, había tenido éxito. El mundo miraba nuestros productos cárnicos y otros, con especial atención de los países del circuito no aftósico. En mis manos miro una y otra vez los documentos que me mostró Matías y a Las Tres Marías agrego el fundo El Pino, de Raúl Mancilla, quien el 7 de marzo de 1975 presentaba a vacunación seis vacas overas, treinta novillos criollos con cachos y cinco vaquillas seleccionadas.

Desde 1981 hasta 2025, solo dos focos de aftosa han ocurrido en el país, el primero en 1984 en la región del Bio Bio, y el otro en 1987 en Linares. En junio de 1986, mientras arreciaban los temporales en la zona centro sur, iniciaba mi vida laboral administrando el fundo San Manuel de Liguay, entre Longaví y Linares, con rubros de lechería y cultivos. Ahí puede experimentar, en carne propia, la adrenalina del foco aftósico, los movimientos de ganado entre la cordillera y el valle tratando de escapar a los controles; la presencia del SAG que, junto a militares, llevaban a cabo la campaña de “Rifle Sanitario”.

Jesús Ibaceta, caminó la hacienda de los años sesenta y setenta viendo las llagas en lengua y pezuñas de la ganadería aconcagüina, en tratamientos caseros de salmuera y desinfectantes, mugidos lastimeros y cojeras de por vida. Mas también fue participe, junto a numerosos colegas, del Plan Nacional de Control de la Fiebre Aftosa que se ha constituido en uno de los mayores logros, incluso a nivel mundial, de una política estatal y en especial para Matías, quien orgulloso me pasó documentos diciendo,” el que firma las visitas, es mi padre”.

 

 


 
 
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