La intergeneracionalidad laboral parece una buena noticia, porque el talento e impulso de los más jóvenes, unido a la experiencia y sabiduría de los mayores, podría ser una ecuación perfecta. No obstante, las cifras muestran que el mercado valora en menor medida la contratación de personas sobre 55 años.
Pensar que solo la juventud suma en las organizaciones es un mito. En efecto, si miramos los CEO y gerente generales de las grandes compañías en el mundo, veremos personas muy por sobre los 50 años, fenómeno que igual está ocurriendo en las universidades, donde año a año crecen los alumnos senior.
¿Por qué atraer talento maduro? Por una parte, las evidencias muestran que tienen habilidades socioemocionales más definidas, ya que sus acciones han sido una y otra vez puestas a prueba. Otro motivo, es que la tasa de natalidad en nuestro país es una de las más bajas entre las economías emergentes y que la vida laboral se ha prolongado, porque las personas se sienten aún vitales y porque los regímenes de pensiones no dan la seguridad de tener tasas de reemplazo que permitan acercarse a los ingresos percibidos. Por tanto, será una variante de los próximos años que la permanencia en el mundo del trabajo no sea de 30, sino de 40 años. Si es así, entonces se hace lógico incorporar este talento a nuestras empresas.
Sin embargo, hay un factor preponderante para la inclusión plena y sigue siendo la denominada alfabetización digital. Si queremos equiparar la cancha, debemos saber que la inversión en reconversión o reskilling laboral de los mayores de 55 años será clave para integrarlos. ¿Para qué desperdiciar talento, si lo tenemos disponible?
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