Tras más de dos décadas desde su declaración es justo que los andinos nos preguntemos en qué ha contribuido al desarrollo de la ciudad la instalación de la denominada Zona Típica. Más aún si los edificios verdaderamente patrimoniales que existen en ese sector del casco antiguo, los podríamos contar con los dedos de la mano mientras que la gran mayoría no pasan de ser viejas casas de adobe.
Hoy vemos que son pocas las familias que viven en el corazón de la ciudad y muchas de sus antiguas casas, en evidente mal estado, observan silenciosas el paso del tiempo a la espera de algún temblor o un incendio, para dar paso a la modernidad, toda vez que la categoría de Zona Típica no permite remodelarlas ni menos demolerlas. Tanto para las nuevas construcciones, obras de reconstrucción o de conservación se requiere la autorización previa del Consejo de Monumentos Nacionales el cual únicamente se concederá si la obra guarda relación con el estilo arquitectónico de la zona. Imagínese la cantidad de trámites que frenan una potencial inversión.
Si de espacios maltratados por el tiempo se trata, frente al edificio municipal existe un antiguo cité, donde la basura está llegando a la calle y por lógica consecuencia cualquier chispa, intencional o no, provocaría un incendio que eventualmente y dadas las características arquitectónicas del centro de Los Andes, abarcaría la manzana completa transformándose tristemente en un siniestro de ribetes históricos. La ciudad ya conoce de eventos parecidos en el pasado.
Sólo la inversión genera progreso y desarrollo, aunque lo visto es un freno importante a nivel nacional y en particular en nuestra ciudad. Cuando el empresario que quiere invertir se topa con todo tipo de trabas absurdas que se generan a partir de la denominación de Zona Típica mejor se va para otro lado o deja su plata en el banco generando como consecuencia que Los Andes sigue dormido, envejeciendo cada vez más, víctima de una miopía extrema al momento de generar políticas de desarrollo y crecimiento económico.
Protejamos como corresponde los edificios con valor patrimonial del centro de Los Andes, aquellos verdaderamente de estilo neoclásico, art deco o barroco que en gran medida motivaron esta declaración del año 2000 (no obstante el decreto respectivo fue dictado con fecha 29 de marzo del 2001) y evaluemos seriamente la posibilidad de eliminar la llamada Zona Típica, la cual no ha redundado en un mejor cuidado de las construcciones que se encuentran entre sus límites, no ha significado un embellecimiento de fachadas, ni menos le ha generado a la ciudad un valor agregado en el ámbito del turismo, por el contrario la Zona Típica es claramente responsable del atraso que observamos cada vez que caminamos por las calles del centro.
Si vemos fotografías de Los Andes de hace cien años nos daremos cuenta de que la gran mayoría de los edificios que aparecen en ellas son todavía parte del paisaje de la ciudad, con la salvedad que la inmensa mayoría están -literalmente- cayéndose a pedazos, ¿qué protegemos entonces con la Zona Típica?
Abramos a la modernidad, al progreso, aún estamos a tiempo.
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