Hace ya algunos años, bastantes en realidad, mi profesor de ecología, Jaime Rodríguez, fanático y experto en chinchillas describía los rincones de Auco, región de Coquimbo, donde aún existían poblaciones nativas del icono peletero de nivel mundial. De hecho, el aspecto personal, larga barba y sigilo de este profesor, hacía que se le conociera como “Chinchilla”, obviamente con esa maldad y buen humor de alumno. Fueron en sus clases donde escuche por vez primera, la existencia de los roedores cola de pincel, un conocimiento que nos hacía claramente diferenciarlos de la rata común y aprender a quererlos, observarlos y valorarlos.
Álvaro Silva, ingeniero agrónomo del SAG de Los Andes, nos aterriza y recuerda su existencia, al realizar la notificación del camino de El Higueral, por destrucción de hábitat, pues ellos se adaptaron a vivir en madrigueras de las pircas de piedra. Su conocimiento del territorio, ubicación de poblaciones de fauna silvestre, manejo del patrimonio, nos ha enseñado que las pircas de piedra, realizadas por los ancestros, debemos admirarlas y protegerlas, así estaremos honrando los antepasados y al degú, quien sólo vive en la zona central de Chile. Si bien de pequeño no conocía su nombre, los recuerdo claramente, recorrer las hileras de sábilas, en los campos costeros de la región.
Mauricio Saldívar, oriundo del Higueral, conoce muy bien los degúes, los cururos y todo ese hábitat de pirca, donde al parecer juegan a las escondidas con rapaces como cernícalos, bailarines y peucos. Las madrigueras de los cola de pincel definitivamente las observa bajo las pircas, mientras que la de los cururos en sectores arenosos a campo traviesa. El tema le apasiona y se atreve guturalmente a imitar el sonido del cernícalo que pacientemente los observa desde un peumo seco, relativamente cercano, mientras el peuco ya disfruta de una presa. El relato continúa con la mirada al cielo al describir un blanco bailarín levitar inmóvil a una altura de 50 metros.
El colega Cristian Fernandois, reconocido amante de la naturaleza, se crio en las temporadas estivales en los campos familiares de Colliguay, y recuerda muy bien sus aventuras con chinchillas y degúes en las pircas de Martín Galán. Eran épocas de mayor pluviometría y bosques esclerófilos, que junto a enredaderas caían sobre los empedrados, donde sigilosas se podían observar unas gordas chinchillas grises, retozar si mayores inquietudes. Más ligeros y traviesos se comportaban los degúes, quienes aprovechaban la hora de la oración para escarbar futuras madrigueras. Con nostalgia comenta que las chinchillas nunca más las volvió a divisar ni rugir al estero Puangue.
Doña Melania, de inolvidable cabeza cana y belleza, asociada al mundo minero y de arrieros en la portería de Rio Colorado, se le solía encontrar en los alrededores de su casa en la quebrada, buscando leña para la cocina y más de alguna vez contaba sus encuentros con los roedores cola de pincel. Seguramente ella no pasó cerca de los libros, sin embargo, la observación de la naturaleza no requiere abecedario. Muchas veces los grandes descubrimientos son de los campesinos, quienes se los comunican a los investigadores. Con certera mirada descubría los nidos de numerosas crías, lo que científicamente en diferentes tesis se describe como organización social, donde dichas crías son de varias hembras, pero criadas sólo por unas pocas.
Dennis Osorio, conocido productor avícola, se traslada desde El Cobre a Los Altos de Campos de Ahumada, San Esteban. Entre toda la avifauna que observa prístina en el camino, sabe que, a la altura de la segunda escuela rural, en la etapa de las pircas, observará los degúes galopar entre y sobre las piedras. La bajada de mediodía los sorprende lánguidos, tomando sol y con algunas crías, tímidamente comenzando a reconocer el medio. Es gracioso el tono de su comentario final, al describirlos como “animalitos comedores de pasto, con un pompón en la cola y de buena apariencia”, que han colonizado los alrededores de la medialuna.
El degú engrosa la larga lista de aves, animales, y plantas que se las han llevado al extranjero para estudios y principalmente comercialización. La frutilla, especie nativa, ha sido desarrollada genéticamente y se produce en la actualidad en casi todo el orbe. La chinchilla desarrolló la industria peletera a nivel mundial y nuestro país aún conserva el reservorio genético nativo, como testigo de su origen. Las gallinas kolloncas y ketros, patrimonio mapuche, alimentan las principales exposiciones a nivel mundial con criaderos externos. Nuestro único y exclusivo degú, es objeto de estudio científico importante en la medicina y codiciada mascota de pets, en mercados foráneos.
El degú del Higueral, está visibilizando su existencia, sus marchas y correrías diurnas, desafían sus depredadores, con la red de galerías, refugiados en las pircas de diaguitas y picunches o de los abuelos campesinos que iniciaron el diseño arquitectónico de la zona. Nostálgicamente me traslado a la corrida de sábilas, que de niño caminaba, viendo al cola de pincel en tropelías casi divertidas y bebiendo transparentes aguas de vertiente a la entrada de la noria, a la sombra del espino, junto a perdices y codornices.
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