Finalmente Twitter fue adquirida por Elon Musk tras ser aceptada su oferta por 44 billones de dólares. La cifra, que evidentemente es muy alta, podría no ser tanto si tratamos de “entrar en la cabeza” del fundador de Tesla, SpaceX y tantas otras empresas.
En primer lugar, hay que considerar que Twitter es una red social “diferente” a lo que la mayoría de los jóvenes conocen (como Instagram, Facebook y Twitch), ya que por sobre el ocio, los usuarios buscan estar informados, compartir pensamientos, hacer publicidad o incluso peticiones, reclamos o descargos.
En segundo lugar, la información misma de la red social es interesante ya que al estar basada principalmente en textos cortos, los análisis sobre “sentimentalización” o tendencias suelen usar un menor tiempo de cómputo que los basados en imágenes o video, permitiendo mayor velocidad para la toma de decisiones.
No es un secreto que los datos son “el petróleo” del futuro (incluso el presente) y es difícil estimar el potencial económico que podría alcanzar Twitter, cuya tasa de crecimiento de usuarios es cercana al 10% anual. Tiene más de 40 idiomas disponibles (prácticamente alcance global) y el poder de un “retweet” es de orden exponencial.
De todos modos, no es un misterio que Elon Musk haya tenido interés en esta red social durante años. El poder de una plataforma que puede llevar temas misceláneos, así como a político-activistas, hace de Twitter el sitio perfecto para levantar el valor de una empresa.
Sin ir más lejos, y bien lo sabe Elon Musk, en 2013 ocho cuentas automatizadas en Twitter publicaron más de 30.000 opiniones positivas de Tesla, elevando el valor de mercado de la compañía. No se puede descartar, entonces, que esta adquisición responda a una estrategia para revalorizar las compañías asociadas al empresario sudafricano, más allá de sus loables palabras de “proteger la libertad de expresión”.
|