Si la moda fuera verdaderamente libre de género, tallas rígidas, estereotipos y normas excluyentes, viviríamos una transformación profunda. No sólo en la industria, sino en la forma en que las personas se relacionan con su cuerpo, su identidad y su expresión. Esta libertad va más allá de elegir prendas sin etiquetas: implica derribar estructuras que durante siglos han dictado cómo vernos, comportarnos y pertenecer.
En sus orígenes, la vestimenta surgió como una forma de cubrir el cuerpo y ocultar lo que la moral de la época consideraba vergonzoso. Con el tiempo, se transformó en un símbolo de estatus: durante la Edad Media, las leyes suntuarias regulaban qué se podía vestir según el género, la clase o la profesión. Más adelante, con la consolidación de las monarquías europeas, el vestuario se volvió teatral y jerárquico: la nobleza usaba prendas excesivas para marcar distancia con el pueblo.
Así nació un lenguaje simbólico que aún persiste, en que el traje, el pantalón y la rigidez se asocian al trabajo, la razón y el control masculino; mientras que el vestido, el encaje y la cintura marcada evocan dulzura, hogar y emoción, atributos históricamente ligados a lo femenino. La industrialización profundizó esta división. El mercado impuso tallas, cánones estéticos y un consumo constante, moldeando cuerpos e identidades según sus intereses.
Pero en el ámbito del Diseño siempre ha surgido la pregunta: ¿Y si nos vistiéramos sin segregaciones? Tal vez elegimos desde el deseo, el juego, el arte. La moda circular y el DIY dejarían de ser "alternativas" y pasarían a ser expresiones auténticas. Las personas se vestirían por gusto, no por aprobación externa.
La moda podría ser un lenguaje de libertad, donde las tallas no existen y los cuerpos reales simplemente están. Un espacio sin jerarquías, que abrace la diversidad y celebre identidades únicas. Porque en el fondo, vestir también es un acto político: cuestiona quiénes somos, qué historia llevamos y cómo decidimos habitar el mundo.
Tal vez entonces, la ropa dejaría de decirnos quién deberíamos ser... y empezaría a preguntarnos: ¿quién quieres ser hoy?
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