Aún recuerdo el relincho de los caballos ingleses que estaban en los corrales del Retén de San Esteban, en la esquina roja de la plaza, aledaña a la Municipalidad. La verdad, no fue hace tanto tiempo, sin embargo, van quedando en ese baúl donde las telarañas y el polvo, borran las innumerables actividades que los carabineros realizaban en sus pingos.
Era clásico el patrullaje de cinco días, por la alta cordillera, realizando funciones de soberanía. Un registro de @losandesonline, describe una avanzada policial integrada por el cabo 1° A. Hernández y los carabineros F. Maldonado y V. Cisternas Lillo, recorriendo desde el cajón de San Francisco hasta el límite con Argentina.
Si bien es cierto que las nuevas instalaciones de Carabineros en la comuna, muestran un desarrollo propio de los tiempos, no podemos desechar la historia, es bueno que las nuevas generaciones y también las antiguas, veamos un testimonio que recuerde ese paso tan importante, algo único en la provincia de Los Andes. Quizás una placa de bronce en la tranquera de entrada, permitiría mantener, esas marchas cansadas, recuerdos elegantes de jinetes y aperos, golpeteo de los cascos al son de las ordenes de suboficiales experimentados, o simplemente el aroma a fardos de alfalfa de un viejo camión que llegaba para colmar la bodega.
Las cabalgatas de los Carabineros rurales, daban cuenta de registros increíbles, como el encontrado en la zona de El Tangue, icónica hacienda de la zona centro norte, publicado en memorias de siglo XX.cl. En la Tercera Comisaría de Ovalle, Retén Tongoy, el cabo Julio Vega Contreras, a través del parte N°44, el 19 de noviembre de 1946, notificaba a doña Rosa Alvarado Cuevas, por infracción a la Ley de Instrucción Primaria, pues tenía a cargo al menor Ángel Custodio Alvarado Cuevas, sin proporcionarle la educación necesaria, infringiendo el artículo N° 494 del Código Penal. Han pasado casi setenta años y lamentablemente vemos que, en nuestros tiempos, se podría repetir ese parte.
Una avanzada subía por Río Colorado, de reojo miraban el antiguo control aduanero, llamado “El Resguardo”, un bufido de ansiedad sacudía el hocico de un cariblanco, al recibir de lleno un viento raco, que bajaba sin descanso de la cumbre. El ingreso clandestino de personas por pasos no habilitados no es solamente cosa de hoy, viene desde tiempos inmemoriales. Los rebaños de ganado argentino hicieron conocidos a los cuatreros y abigeos, un hecho punible, catalogado como de los más graves. En épocas pasadas estos delitos, tenían el agravante que los animales podían venir infectados con fiebre aftosa, lo que complicó de manera importante la producción criolla de vacunos. Bramidos tristes al atardecer, llenaron de inquietud los campos andinos y puñados de sal gruesa en los hocicos de los toros, controlaban en parte las dolorosas llagas.
Otra de sus tantas incursiones en cordillera, tenían que ver con la vigilancia de los hitos fronterizos, los cuales se levantan como unos insólitos pilares de piedra o fierro, disímil al paisaje natural y que van indicando muy a lo lejos, los límites con Argentina. En una primera mirada nada se entiende, hasta que muy cercano al lugar se encuentra que la geología va indicando la dirección de la correntía, es decir que, en las cumbres, dónde el límite es complejo, lo que manda es la bajada de las aguas. La cabalgata de los policías uniformados va acompañada de algunos arrieros, los que nacieron al lado de los peñones, los herederos del sendero de los incas, conocedores de los estrechos pasos que miran al lado oriental.
Paso y miro esas paredes rojas, de donde aparecían las cabalgaduras. No dejo de preguntarme en que estarán transformadas o serán esos museos perdidos que nadie sabe que lo son. Lugares amparados por el abandono, irrespetados en su historia o transformados en algo para lo cual no nacieron. Sin tener la respuesta, me imagino el museo, con las caballerizas, fotos de la época, galpones amparando un auditórium, como polo de atracción cultural y turístico. Recuerdo ese portón abierto, donde ya han entrado Hernández, Maldonado y Cisternas, montando dos yeguas y un mulato.
Las unidades policiales rurales, adquieren mucha importancia a principios del 1800, debido a las explotaciones agrícolas y mineras. Así tímidamente iniciaron su cabalgata los celadores de policía, policías rurales, cuerpo de gendarmes para las colonias, hasta llegar a 1906 donde la función la asume el Ejército con los regimientos de caballería que conformaban el llamado Cuerpo de Carabineros, que en 1927 pasaría a llamarse Carabineros de Chile.
Los partes de miles de cuadernos de guardia en pequeños poblados del país, nos hablan de: reconocimiento de hijos naturales, ofensas a la moral pública, estados de intemperancia, riñas en la vía pública, pendencias y tantas otras.
Así cabalga la historia, los caballos de San Esteban de Carabineros de Chile han galopado a otros parajes, ya no los encontramos en pasos cordilleranos escondidos, quizás los drones los han reemplazado y ni siquiera un testimonio al anca, acompaña ese pasado.
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