Viernes, 29 de Marzo de 2024  
 
 

 
 
 
Cultura y ciencias

Costumbrismo Rural… Eres …o te cortaron verde …

Crónicas de pueblo por Sergio Díaz Ramírez, Instagram @amanecerdelgallinero.

 

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Sin duda el valle de Aconcagua, es la tierra de las frutas, sin ser tropical es exuberante, siendo muy frio en invierno lo abrigan los leños de nogal y parrón. Los nogales te entregan sus trinas en otoño, las parras sus pasas en invierno, las damascas y ciruelas en primavera y el resto en los estivales.

 Los mercados externos se nutren de nuestro valle. De hecho, muchas veces los árboles se despojan completamente para los packing, sin dejar rastrojos a las alacenas de la esquina.          Mas no podemos quejarnos y la abundancia es lo que prima. Aún quedan esas casas quintas que pueden suplir algún déficit, lo que sí es importante -puntualiza Iván Arancibia- que, como andinos, debemos dominar el punto de cosecha.

Muchas veces nos atrapa el gusto exterior y nos acostumbramos a los sabores lejanos. Esas uvas sultaninas de poco grado que van para el norte, terminan por agradarnos. Sin embargo, los sabores tardíos de patio, son los heredados, para ello debemos saber discriminar los frutos climatéricos y no climatéricos.

Don Guillermo Céspedes, en los años 60, tomaba los caquis pintones y ordenadamente los ubicaba en repisas, donde maduraban lentamente de la mejor manera, logrando los grados de madurez, que todos los clientes ansiaban. Esos frutos son un claro ejemplo de climatéricos, pues de lo contrario, la pulpa verde astringente los haría incomibles. Se recolectan verdes y pueden seguir madurando óptimamente hasta el consumo.

Sin duda la higuera es un árbol muy especial, por de pronto nos regala dos frutos en la temporada, los higos en marzo y unas pequeñas yemas que logran pasar los fríos de invierno y emerger como brevas a mediados de diciembre, siendo estos frutos los característicos primores de Navidad. Además, su flor nocturna que encontró el viejo carbonero, en la noche de San Juan, nos conecta con el misterio de las sombras. Estos sabrosos frutos son no climatéricos y si se cosechan verdes terminan pasmándose y no se logran sus óptimos organolépticos.

En Santa María, largas noches de packing y frío en doña Rosa, moviendo, embalando y paletizando cítricos. Antonio dirigía la planta, distribuyendo funciones y cámaras de frutos no climatéricos: naranjas, mandarinas y pomelos. Frambuesas y granadas en ocasiones también han sido embaladas en los acogedores galpones de La Higuera, donde doña Nélida Olmedo ponía ojo en la cadena completa de los procesos.

Otro icono de este tipo de frutos que solo madura amarrado al árbol son las uvas. Frutas que cuelgan bajo los parronales, verdores leñosos que familias argentinas empezaron a cultivar en los años 20, en todo el valle del Aconcagua, sin saber, quizás, que lo convertirían en el frutal principal de la zona. Plantas exportadoras mueven la noche y llenan de vida el mundo de las temporeras.

Si miramos los frutales a través de la historia de nuestro valle, podemos irnos a 1897 en San Felipe donde se establece La Baskonia, una pequeña planta industrial dedicada a la fabricación de conservas de fruta, de propiedad de las familias Larrondo y Orondo. También en 1930 don Adolfo Ibáñez planta 300 hectáreas de frutales en su predio Los Huertos de Colunquén.

Ojalá alguna vez puedan caminar en otoño, en un patio colonial de Valle Alegre, Calle Larga. Una bruma de media mañana oculta algunos frutos climatéricos, desnudos arboles entregan transparentes caquis, una maraña de ramas soportan redondos y amarillos membrillos lúcuma, para terminar con unos peludos blanquillos tardíos.

Desde el mundo campesino a la vida urbana una expresión divertida, más que ofensiva, cuando una persona anda lenta de mente en alguna situación, se recuerdan los frutos no climatéricos y se argumenta “eres … o te cortaron verde “.

 

 

 

 

 

 


 
 
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