Viernes, 26 de Abril de 2024  
 
 

 
 
 
Cultura y ciencias

Costumbrismo Rural… Cuidadoras de Semillas…

Crónicas de pueblo por Sergio Díaz Ramírez, Instagram @amanecerdelgallinero

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Organizaciones campesinas, indígenas, institutos, servicios estatales y universidades, hacen noticia al denominarse cuidadores de semillas… así son los tiempos actuales. Doña Eda hace más de 50 años lo hacía de manera normal, porque lo había heredado de padres y abuelos. Despensas sombrías guardaban los granos hortaliceros que darían vida al campo brotado en la siguiente temporada.

David Huanca no entiende por qué las semillas de sus tomates no los puede reciclar para una segunda siembra. Sus creencias ancestrales no le permiten ver el cambio de las simientes transformadas en royalties genéticos, que sólo llegan a producir una generación F1. Igual trata de secar algunas semillas que finalmente no rompen en plántulas en una segunda etapa.

Don Belisario hace unos 25 años, en Paine, se extrañaba del color oscuro y tapado de sus sandias, las rayas onduladas no aparecían, a pesar que recorría a diario su cultivo. Se conformaba con el dulzor y corazón rojo, sin embargo, tampoco entendía que sus sabrosos frutos prácticamente no tuvieran pepas. Sus cuentas ya no eran tan alegres, al pensar que en la siguiente temporada debería invertir nuevamente en las semillas.

Definitivamente en la década de los 90, agricultores andinos trabajaban en semilleros de exportación de maíces y cebollas, cosechando en contra temporada para exportar al país del norte. Profesionales de la zona y servicios del agro, llevaban los registros, con letras, números y aislamientos, coordinando   agricultores y empresas multiplicadoras.

Calle Larga se convertía en la principal zona de cuarentena de variedades de vides, en el conocido fundo El Guindal, con el destacado agrónomo y productor, ya desaparecido, Carolus Brown Barroilhet. Viveros y cuarentenas sumaban los genes extranjeros que se aclimataban en los potreros de los cálidos climas andinos.

Transnacionales agroquímicas se toman el cultivo de la soya y maíz en Argentina y Brasil, produciendo siembras transgénicas y multiplicando los rendimientos de manera récord, al hacerlas resistentes a los herbicidas. Millones de hectáreas van al monocultivo, cambiando el paisaje vegetal y social. Las maquinarias reemplazan los gauchos, el ganado se va a los corrales, los bosques nativos terminan en leña y los campesinos pululan en las villas miseria.

El granero del mundo como se le conocía a Argentina hace 150 años era sostenible y convivía con la diversidad, con una ecología sana, mientras el monocultivo al cabo de 7 a 8 años convierte los paisajes en páramos, las aves en migrantes y la fauna silvestre en caminantes que tratan de sobrevivir.

Don José Gallardo, de San Esteban, se niega a conversar de variedades protegidas, semilleros de exportación, semillas transgénicas. Él no quiere entender el cambio de los últimos 40 años. Desea guardar las pepas mágicas y reciclarla por siempre.

Don Juan Guerrero secaba las semillas de zapallo en canchas de Petorca hasta que se afincó en Condoroma y sus maíces chocleros brillaban en las latas de los techos, secando el grano para las gallinas, pavos y simientes de la siguiente temporada. Cómo no recordar también las ramas de cura huillas que, cargadas de racimos, alimentaban las aves de doña Luisa.

Ramón Balmaceda, en Uspallata, rescata variedades de papas andinas y las multiplica en esos potreros profundos cercados por alamedas inundadas por aguas andinas. El circuito patrimonial turístico de cordillera contempla una parada en ese jardín de colores que proceden desde las altas y milenarias terrazas del norte, vigiladas por las divinidades incas.

 Doña Eda, sin duda, encabezaría un grupo de cuidadoras de semillas, de granos de porotos multicolores, de miles de variedades señeras y nativas de papas, trigos candeales y nuestros baluartes frutillas blancas. Se almacenarían en secretas cámaras blindadas en cada zona rural y especialmente en el corazón de cada campesino que ha sido capaz de cultivar su terruño, escapando a eso “que le hacen llamar transgénica o algo así … “

 

 


 
 
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