Jueves, 18 de Abril de 2024  
 
 

 
 
 
Cultura y ciencias

Costumbrismo Rural… Juanito y la Mosca Azul …

Crónicas de Pueblo de Sergio Díaz Ramirez. Instagram @amanecerdelgallinero.

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Hace 60 años que en los valles frutícolas viniendo del norte chileno, específicamente desde la localidad de Pica en Iquique, se escucha hablar de la mosca azul y de las consecuencias que su paladar provoca. Picadas que atraviesan la cáscara, depositando los huevos en la pulpa, donde nacen voraces larvas que pudren la fruta y se convierten en la peor plaga de los frutales.

Una década mas tarde un joven alto, llamado Juan Herrera Henríquez, oriundo del caserío blanco del fundo La Colonia, apostaba por el Sag en su trabajo y específicamente le llamó la atención, el cómo descubrir la mítica y temida mosca azul, llamada corrientemente así. Sus ojos juveniles de esos tiempos descubrirían más tarde que jamás fue azul y se ha perdido en el camino las razones que llevaron a llamarla de esa manera.

Su vida en el campo le había enseñado a palpar las cosas, a mirar su entorno y conocer las especies. La verdad no le hacia mucha gracia conocer a la señorita de ojos grandes sólo en la teoría, más la paciencia, que es una característica de la vida campesina, lo hizo esperar hasta la década de los ochenta para que se le presentara de manera formal.

Sorpresivamente era mucho mas pequeña que lo que se decía. Los colores iban por los amarillos anaranjados y rayas negras que diferían en demasía con el azul profundo de algún imaginativo. Dimorfismo de machos y hembras le completaban el cuadro que lo irían transformando en un experto, pues son muy pocas las personas que en la vida se han encontrado en este cara a cara.

Se podría pensar que su trabajo de ir y venir por los campos, prospectando las trampas semanalmente en las rutas, pudiera ser un tanto monótono. Sin embargo, la relación con los productores, el recorrido de los caminos, el conocimiento de los huertos y de los hospederos en las casas de la ciudad le otorgaron un dinamismo único.

Ni hablar de sus colegas Humberto Morales y Roberto Rojas, geniales compañeros, con mil anécdotas y verdaderos maestros en el ir y venir de la vida, no solo profesionalmente, pues también fueron testigos directos de su noviazgo con otra colega de excepción, Lucia Prado H.

Uno de los conflictos duros que le tocó vivir fue en la temporada 89-90, cuando en plena campaña contra la introducción de la plaga, se tomaron las medidas de cuarentena con protocolos internacionales, dejando numerosa superficie con medidas restrictivas para exportar y los productores reaccionaron violentamente arrojando cajas de uvas en la oficina del Sag.

Innumerables delegaciones extranjeras han visitado el programa de control de moscas de la fruta, verificando en terreno el trabajo profesional que nuestro país realiza. Las exportaciones chilenas de diversas especies se deben al trabajo metódico que prospectores como Juan han realizado por muchos años. Tratamientos cuarentenarios ideados en Aconcagua en los 80, permitieron abrir los mercados más exigentes, así de importante ha sido el caminar del inspector, nacido en La Colonia.

Una de las gracias de terminar la vida laboral es estar vigente hasta el último día, Juanito lo ha logrado, sus rutas dejarán un vacío inmenso. El conocimiento técnico, las amistades de los caminos, los nombres de los pichos del campo (rambo, cholo, pelela…), los portones abiertos de la confianza, Juan Beiza y sus encargos, pero la vida sigue y sin dudas ahora vendrán los mejores años.

En Pocuro, la señora Rosario, viuda de Bernabé Quiroga, comenta que la trampa de mosca de la fruta en su casa lleva 40 años, así ha sido el seguimiento de esta plaga, donde la primera instalación estuvo a cargo de Raúl Baumann, luego siguió Humberto Morales y ahora después de muchos años la posta la entrega Juanito a Iván Arancibia. Lágrimas espontaneas lo despiden de las rutas.

Históricos personajes nacionales, ideólogos del programa de control de mosca de la fruta como Gabo Olalquiaga, Orlando Morales, Carlos Lobos, Hernán Urzúa, Mauricio Malaree, apostaron por él hace muchos años y hoy lo hacen sus compañeros junto a Lucia, Paulina, Juan Ignacio, Francisco y José Tomás.

Un hombre alto camina por Los Andes, uno que dejó huella en nuestro agrícola Aconcagua.


 
 
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