Sábado en la mañana y un viaje que podría ser una rutina, para la compra de frutas y verduras en la feria de San Esteban. Pero si vamos al Parque La Ermita, esto podría cambiar favorablemente.
Basta imaginarse como la familia Espínola hace más de 100 años recorría el fundo y solicitaba el diseño arquitectónico de su casona patronal. Una casa diferente a la colonial, que destacara en la zona y sirviera para el relajo.
Aunque se cae a pedazos, aún creo que algún día podre verla restaurada. Por el momento, al menos una mañana en la semana podemos sentir los aromas del pasado y vivir el presente con la familia González Caroca, quienes entrando a mano derecha se ubican de la mejor manera para ofrecer los frutos marinos, que provienen de alguna caleta de nuestros 5 mil kilómetros de costa.
Parroquianos madrugadores no perdonan los ceviches y mariscales fríos- La verdad se hace difícil pasar y no sentir la necesidad de acompañarlos. Carolina sutilmente ordena los potes con una mitad de limón que hace guiños a los jugos gástricos. La cuchara desechable y el plato de pasada está completo. Ante alguna duda de los clientes, Luis perifonea sus productos estrella bautizándolos de manera criolla, de manera que tendrán que ir a escucharlo.
El hijo Luis calienta un poco los brazos y afila hábilmente los cuchillos que le servirán para su performance acostumbrada. El fileteado de reineta y pescada en segundos ante el atoche de clientes y apuradas caseritas. Las preguntas de rigor son recitadas como plegaria, lleva la cabeza, con el espinazo, hueso del medio, sólo filete etc. Don Luis orgulloso manifiesta que su hijo al saber ese oficio ya es una persona totalmente autosuficiente que puede subsistir en cualquier parte.
De vez en cuando un grito a un asistente para traer una caja de hielo, el que milagrosamente pone turgente los ojos de los pescados, las lenguas de las almejas, las barbas de los picorocos y el reflejo de las escamas. Eso sí, no vuela ni una mosca, pues debido a la pandemia los funcionarios de la seremi de salud abundan en sus controles.
La sabiduría de un hombre con calle no demora un segundo en responder una cargada del puesto vecino, cuando una dama colombiana le reclama con” chispeza”, “oye Pato recién vienes llegando y ya estas vendiendo y yo que estoy de acá temprano, no pasa nada “. “Entonces llegue más tarde”, responde, ante la carcajada generalizada de los clientes.
Esa locuacidad en el trato con las caseras, llena el puesto y alrededores. Sin embargo, al apurarlo un poco respecto a sus orígenes, agüita sus ojos al recordar con resiliencia su más que difícil niñez. Un cabro chico abandonado y un abuelo que al menos le dio un techo, son sus recuerdos familiares, una juventud de mucha calle y un clic que obtuvo de uno de estos viejos de la avenida Argentina, que muchas veces miramos con desdén.
Un impulso vital para buscar empleo en una pescadería, aprender el oficio e independizarse con esfuerzo y éxito, el que puede disfrutar con su familia. Eso sí, sin parar nunca. El trabajo al día es lo que aprendió y sabe que tiene que ser, hasta el final.
La señora Paty de Paydahuen supervisa el ancho de los cortes de un exquisito salmón, teniendo en mente una porción personalizada para cada miembro de su familia. Doña Olga reclama una merluza, que en esta semana no llegó y elige una austral como alternativa, luego de reflexionar si la cocinara como caldillo, frita, al horno o a la plancha.
Llega la hora del desayuno, ese de feria que a todos nos provoca. No hay tiempo para hacer una hamburguesa marina, pero la marraqueta con queso y arrollado, mas el mágico hervidor, son suficientes para iniciar el día, como Dios manda, con guatita llena y corazón contento.
Así conocemos a esta familia emprendedora. Cinco personas siguiendo sus sueños, remando en la misma dirección, la verdad falta una, su hija Paula. Ambos padres ensanchan sus pechos con la regalona, quien está terminando su carrera de “explotación minera“, joven empoderada que marcha segura en los tiempos actuales.
Pescadería de feria, una muy especial que partió el 2012, en los caminos de un fundo centenario, de la mano de los frutos de la tierra que vocean sus vecinos, amalgamas de frutos de campo y mar que alimentan el cuerpo y alma de los Sanestebinos. Conozca y disfrute en un ambiente natural de un aura diferente y cariñosa de los González Caroca.
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