Aún se mantiene la imagen de campo con las gallinas cluecas empollando sus huevos, donde quiera que vayas en Aconcagua, puedes escuchar el canto de la cloques, a partir de agosto y hasta terminado el verano, larga temporada de conquistas desde los amaneceres hasta la oración.
Martita Varas, conocedora de sus giras, negras y copetonas, extraña la pérdida de alguna de sus gallinas durante la hora del grano, sin embargo, no se inquieta, pues sabe que en 21 días aparecerá con la parvada de polluelos. No tarda en descubrir su escondite, bajo el comedero de los corderos.
Es lo que la naturaleza nos muestra, lo simple y complejo de la vida. Una producción completamente natural: 21 días para empollar y 6 meses para crecer y recomenzar el ciclo. Es el huevo de campo, de tamaño y tonalidades diferentes, de gusto exquisito. Es a lo que el protocolo del hombre le exige una certificación, sin duda pareciera una total contradicción.
Si bien existen gallinas ponedoras en sistema de total libertad, lo propio es que sean las criollas, las que son aptas y resistentes para este tipo de producción, y en nuestra zona tenemos una gran variedad de razas de campo: cogote pelado, copetona, trintre, pachacha, flor de haba, flor de almendra, calchonas, collonca, ketro y tufuas, entre otras.
El segundo sistema de producción y la Unión Europea lo codifica con un “0 “, es uno bastante ecológico, con amplías naves, en libertad, picotean el campo y se les suministra un 80 % de dieta ecológica, sin antibióticos ni medicamentos similares. Generalmente se utilizan razas ponedoras, coloradas, castellanas o blancas.
Numerosas producciones campesinas se acercan a este tipo de sistema, buscando mejoras en la producción de huevos. En todas las comunas de Los Andes, encontramos pequeñas producciones avícolas de esta manera. Se hace indispensable cuidarlas de fríos invernales y lluvias, pues si se resfrían, pueden pasar todo el invierno sin postura alguna.
Con la clasificación código “1”, encontramos gallinas en semicautiverio, como el sistema precedente, pero con una gran diferencia: su alimentación ecológica es inferior al 80 %. Para aprovechar su potencial genético de postura se debe otorgar el alimento tipo “pienso”, de lo contrario no se alcanza a expresar dicha condición o lo hace de manera muy menor.
El código “2” nos indica que la producción es sobre el suelo y en naves, solo comen alimento y no pueden salir. En granjas modernas se están incorporando “perchas “en los galpones, para favorecer el descanso y que duerman de una manera más natural.
Los huevos “3”, proceden de gallinas criadas en jaulas. Son gallinas expuestas a estrés, problemas en las patas y normalmente solo con dos temporadas de postura. Claramente es el sistema de producción más discutible desde el punto de vista del bienestar animal, que aún perdura debido a la atención individual del ave y rendimiento en uso del espacio y nivel de postura.
El sistema europeo exige un timbre en cada unidad de huevo, donde se identifica el sistema de producción, localidad y hasta la granja. La fecha de postura también es muy importante, para dar la transparencia que el consumidor necesita, especialmente al ser un producto perecible.
Martita Varas, con familia de origen en la subida de Campos de Ahumada, tiene muy claro que prefiere los huevos verdes o azules de la producción campera, por la dureza de la cascara, lo que es muy importante en la durabilidad, pues al tener menos porosidad, tiene menor intercambio gaseoso con el medio. Esto tiene el inconveniente que, al empollar, hay que estar atento al nivel de humedad al final de los 21 días, pues muchos huevos no eclosionan a pesar de que están completamente formados...
Investigaciones demuestran que las gallinas emiten más de 100 sonidos. Característicos son los de la cloques, a inicios de agosto cuando las barbillas y orejuelas empiezan a colorear, los alegres diálogos a la hora del grano, el flirteo al ver correr un collonco, el ronco canto del gallo al amanecer, el inquieto y alarmante cloqueo del trintre ante un depredador.
Sin embargo, en el campo, nada se disfruta más que el cacareo claro de una Jira, en pleno invierno, cuando el brasero invita esa paila de sabores frescos y bermellones intensos...uff me dio hambre.
|