A los pies de la subida de Los Ciruelos, camino a San Esteban, permanece el recuerdo imborrable que amigos y familiares mantienen a diario. Sin duda, aún camina el alma de Vania en la berma y potrero aledaño, escapando al destino que ese 8 de noviembre la trasladó desde esa vía a la otra dimensión.
Imposible abstraerse al fervor con que se recuerda a esa joven talentosa que aún lucha para que en su entorno se encuentre algo de consuelo, que amilane tanto dolor. Han pasado dos meses y la devoción se acrecienta. Esas inquietudes no tienen respuesta en la comunidad, pues estamos acostumbrados a que eventos y noticias sean completamente efímeras. Sin duda Vania tenía muchas cosas que la hacían especial.
Una mente ocupada en día de caminos torcidos, por aprendizajes lentos y poca escritura. Un corazón lleno por solucionar dificultades de lectura y cálculo. Un alma grande captando desintereses de atención y aprendizaje. Con una brisa sobre el rostro fue alzada Vania a mejores destinos, qué duda cabe.
Al pasar a diario por el lugar, a la hora de la oración, como se conocía en el campo al atardecer, y observar que no se encuentra el consuelo, viene a la mente el pensamiento de cómo interpretar lo natural de la muerte, sin querer intervenir, ni remotamente en el sentir de amigos y familiares.
Vania vivía en La Estancia, en una comuna rural, donde crecen las uvas, donde lloran los sauces, donde la natura se transforma y no muere jamás. En noviembre ya están formados los racimos de uva, a punto de ir llenando y a la espera de maduración, luego de dos meses estamos disfrutando de sus dulzores y grados, ya luego las cosechas dejarán desnudos los parrones y en marzo los verdes tejidos se harán corteza para pasar el duro invierno y dejaremos en el pasado la temporada actual.
Vania jamás quedará en el pasado. Sin embargo, es bueno enfocarse en el consuelo; en celebrar su vida, en conversar con la joven, con la psicopedagoga, con la madre, hija y amiga, con la viajera. Atesorar la experta en lenguaje de señas, la que se puso en el lugar del desvalido. En esa uva que se cosechó y transformó en el mejor mosto, porque de esa manera, esa uva jamás se acabará.
Familiares y amigos viven el duelo. Visitas, arreglos florales, pendones y peluches así lo demuestran. Sin duda, más adelante vendrá la animita, “como expresión de nuestra particular forma de experimentar la religiosidad, la vida y, en especial, la muerte. Es una manifestación anónima y espontanea que surge ante un suceso inesperado, y que marca la presencia intempestiva de la muerte”.
Desde ahora, Vania recibirá por siempre, a la subida de Los Ciruelos, al habitante y visitante de San Esteban, transformándose en la embajadora eterna de tan especial comuna. Esa alma que finalmente encontrará el consuelo y el recuerdo imperecedero del pueblo andino.
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