Jueves, 1 de Mayo de 2025  
 
 

 
 
 
Opinión

¿Somos chaqueteros los chilenos?

Por Julieta Salinas Apablaza, Ingeniero.
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Foto: Andes Online.

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¿Somos chaqueteros los chilenos? probablemente alguien pueda decirme que no sólo nosotros los somos, que es una característica propia de muchos pueblos, sin embargo, les puedo contar que, según la Real Academia de la Lengua, el término “chaquetear” tiene varias acepciones y una de ellas está referida al uso que le damos en nuestro querido y tan chaqueteado territorio nacional: “Chaquetear:…4. Chile. Impedir por malas artes, normalmente el desprestigio, que alguien se destaque o sobresalga.” Y después de esto, ¿Alguien querrá insistir en que no somos chaqueteros los chilenos? Si Pablo no cambia su antiguo automóvil, pese a que –se presume- tiene el dinero para hacerlo, Ramiro opina que es un tacaño. Si un día Pablo aparece conduciendo su flamante auto último modelo, entonces, Ramiro lo atribuye a los negocios ilícitos de Pablo. –Siempre supe que vendía droga, se nota- Si Luisa llega a una fiesta con un vestido despampanante, Rosita dirá que aquel vestido no es para ella, que se ve muy gorda. Si Luisa después de pasar por el quirófano luce tan despampanante como el mismo vestido que lleva puesto en aquella fiesta, Rosita opinará que debió aprovechar de implantarse silicona, porque se ve plana. Este es el perfil del chaquetero encubierto, aquel que opina por detrás, pues si el vecino de Pablo o la amiga de Luisa se encuentran frente a frente con su objeto de chaqueteo, de seguro exclamarán con sorpresa: -Estupendo tu auto- -Que bien te ves, dame el número de tu doctor- Hay otro tipo de chaquetero que no aguanta las ganas de dejar know out a su “contrincante”. En este caso, el vecino chaquetero y la amiga ídem, exclamarían: -Bueno el auto, un clásico…a tu edad se opta por ese tipo de modelo- -Galla, ahora sí estás regia. De seguro tu marido ya no mirará más para el lado- Existe otro tipo de espécimen chaquetero, que dándoselas de experto en el tema, trata de insegurizar a su “rival”: -La embarraste con comprar ese auto, porque ese modelo trae una falla en la amortiguación trasera y por lo mismo, tiene mala reventa- -¿Te operó el doctor Rodríguez?, pero si tiene fama de pésimo cirujano, de seguro te dejó una cicatriz horrible- No obstante, alguien puede ser realmente conocedor del tema y emitir una opinión fundada, sin ánimos de chaquetear, sino de advertir a su interlocutor. La diferencia se nota en el rostro del chaquetero, donde no concuerdan sus palabras amistosas con la cara de envidia que suele poner. Porque digan lo que digan, su lenguaje corporal los deja en evidencia. Hay otros quienes tratan de opacar al otro, con rimbombantes relatos acerca de sus propios éxitos, sean reales o no: Mientras Víctor muestra las fotos de sus vacaciones en México a Luis, este último, ocultando que en realidad con su presupuesto tal vez le alcance para irse un fin de semana a la playa, irrumpe con una manifestación recién ideada, usando además una extraña manera de expresarse como si de pronto alguien hubiese colocado una papa caliente dentro de su boca, que le estuviese impidiendo modular bien: -El próximo año con la gorda queremos irnos al Caribe, pero ahí estamos, no nos decidimos, porque ella insiste en conocer Italia y a mi no me motiva en lo absoluto, imagínate pasar las vacaciones en medio de museos. ¡Una lata! Otra manifestación de chaqueteo se observa en el “perfecto chaquetero”, aquel tipo que, haciendo gala de su intachable currículum y/o conducta, que él mismo se encarga de difundir, se sienta en la tribuna del bando de los perfectos y desde ahí se dedica a levantar su dedo acusador en contra de todo aquel que él perciba como incorrecto, esto es, distinto a él. -Estos gallos no hacen nada bien. Cómo se les ocurre colocar eso ahí- tras proferir frases de este tipo, invariablemente moverá la cabeza de un lado a otro, como si este gesto fuese una señal que indica su superioridad por sobre los otros –los incompetentes- que no hacen las cosas como las haría él. A estos dos últimos tipos de chaquetero les calza como anillo al dedo la frase: “Dime de qué presumes y te diré de qué careces”. Independiente de la forma en que se ejerza el chaqueteo: hablando por detrás o diciendo alguna pesadez en la cara de alguien, el objetivo es siempre el mismo: aplastar al otro como si se tratase de un bicharraco, probablemente es sólo una manera proyectiva de expresar la sensación que siente el chaquetero, de ser un bicho aplastado por el éxito del otro. Pareciera ser que a mayor dinero y/o poder de una persona es mayor la posibilidad de convertirse en objeto de chaqueteo. Los empleados chaquetean al jefe, aduciendo que es el que menos trabaja y más dinero gana, sin reparar en el hecho de que los años de estudio o de “circo” le hayan conferido al individuo su posición de jefe y por ende, su mayor salario; los políticos siempre serán chaqueteados, no importando su postura ideológica o si están a favor o en contra del gobierno. El pueblo los chaquetea y ellos se chaquetean entre sí. Si alguien posee mucho dinero, suele ser difamado por ese motivo. –Tanta plata que malgasta habiendo tanta gente que no tiene qué comer- Si el acaudalado señor se dedica a realizar donaciones no faltará quien opine que lo hace porque le gusta llamar la atención. El chaqueteo, amigo de la envidia y del pelambre, enemigo de la autocrítica y de la alegría por los triunfos ajenos. Tan común dentro de nuestra cultura como lo es una taza de té y tan propio como una empanada de pino. Debiésemos incluirlo como un símbolo patrio o al menos, para el Dieciocho, bailar una cueca en su honor.


 
 
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