Jueves, 17 de Julio de 2025  
 
 

 
 
 
Cultura y ciencias

Costumbrismo Rural… “Arriba en la cordillera”

Crónicas de pueblo por Sergio Díaz Ramírez, Instagram @amanecerdelgallinero.

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“Arriba en la Cordillera”, tema de Patricio Manns, considerado en el folclor chileno a la misma altura de “Gracias a la vida” de Violeta Parra y “Te recuerdo Amanda “de Víctor Jara. Es que el “recorrer callado los atajos del silencio”, no deja a nadie indiferente. Ese “Paso de Atacalco”, en el extremo norte de Antuco, donde se accede por intricados caminos cordilleranos, por allá en la provincia del Biobío, sendero donde sólo cabe un animal y de reojo mira un pedernal de mil metros de altura, los mismos que se asoman al abismo similar al infinito.

Conversar con don Hernán Yáñez Merino, un día cualquiera y encontrarlo con poncho y sombrero, es un privilegio que nos da, de vez en cuando la vida. Sus orígenes en Coihueco y crianza en los campos de su madrina, doña Enriqueta vda. de Valdés, alrededor del “Paso de Atacalco”, le da la expertíz y en propiedad para describir, la vida del arriero, ésa que en la época del 50 y 60 rozaba los conceptos de clandestinidad, abigeato y cuatrerismo. Recuerda que, en los tiempos de González Videla, en los años 50, un sinfín de mulares entraban desde Argentina por los pasos Fabián de Alico y Atacalco, cargando en su lomo grasa, jabón y hierba mate.

Esos conocimientos adquiridos por osmosis, en los campos sureños, los pudo poner al servicio en su carrera profesional en los pasos cordilleranos de Los Andes, dedicando una vida entera en la función pública pecuaria en el Servicio Agrícola y Ganadero. Ese dicho de 40 años no es nada, podría ser verdadero por lo vertiginoso del paso de la vida, mas la historia que dejan sus senderos recorridos, son esenciales en la semblanza de nuestro terruño. Descubrir esas entrañas de su memoria, es un material que no deja desperdicios, y en dos segundos ensilla, carga, apiala, herra y arrea.

Cuesta sacarlo de su etapa de juventud temprana, cuando recuerda con cariño que la grasa derretida entraba en carguíos a mulas y machos, adentro de los sacos del rumen, para luego extraer la sustancia y lavar muy bien ese envase orgánico. Eran tiempos de necesidades y las bolsas de callito se cocinaban sin problema, realizando los famosos chupes. No faltó el gaucho que advirtió más de alguna vez que en Chile se comían “el forro de la mierda”. Otro tráfico se hacía presente, al lado de los vacunos y ovinos, pues la fauna silvestre con tortugas y loros cabalgaba sin descanso.

Si nos remitimos a los pasos locales, debemos reconocer que en los mismos años de abigeato en Atacalco, también acá se hacía historia en el mismo sentido. Haciendo un paralelo a pesar de la Avanzada de Carabineros de “Cuatro juntas “, no lejos de ahí, sólo después del año 1986, cuando un gran foco de fiebre aftosa atacó la región centro sur y se tuvo que sacrificar la masa ganadera de la zona, se detuvo casi definitivamente el ingreso clandestino. Por otro lado, los pasos andinos fueron concienzudamente estudiados a partir del 1982, por servicios estatales, un recorrido que lideró don Hernán Yáñez para “cruzar con un rebaño del bueno, arriba en la cordillera”, aunque “no nos vio cruzar ni el viento “.

Don Hernán se acomoda el poncho y levanta su mirada para iniciar el relato de nuestros pasos cordilleranos, debo reconocer que también la emoción me embarga, al conocer de primera mano cómo se replanteó el tema en la época moderna. Paso a paso va describiendo roquerías y llaretales desde el “Paso Lo Videla” o “Las Llaretas”, allá arriba anexado a la región de Coquimbo, esos caminos utilizados por el General San Martín y que hoy se cubren del ganado caprino, en las veranadas. Ya más cercano llegamos al “Paso Valle Hermoso”, ese histórico donde entró parte del Ejército Libertador con Arcos y 200 granaderos, cayendo a la “Vega del Ciénaga “, avanzada con control de Carabineros, luego el Aletón, hasta el retén Los Patos y aduanas en determinada época.

“El Paso del Rubio”, arriba de la mina “El Pimentón”, una de las posturas importantes en las veranadas andinas, donde en algunos años el ganado compite con las numerosas tropillas de guanacos que se desplazan libremente desde Argentina. Se acomoda en su silla y va por el siguiente “Paso El Leiva”, describiendo el hito que conecta con el monte “Aconcagua” y su campamento número uno. Sin dudar sube por río Colorado para llegar al “Paso del Contrabandista”, con sus localidades “Las Mesas “y Tambillos “, recordando los rebaños de ovejas de don Sergio Vargas, los últimos de hacienda, en los años 80 y 90.

Manns nos invita en su canción, diciendo “Hay que conocer la piedra, que corona el ventisquero”, y don Hernán describe “El Bermejo o Cristo Redentor”, por allá “Arriba en la cordillera”, donde gendarmes y carabineros hacían patria en los años 60 y 70, donde subían las carretas en el 1800, o escalaban en tiempos remotos, picunches, incas y huarpes. Ese paso que lentamente caía al camino internacional. Finalmente, el “Portezuelo Navarro”, arriba del Juncal y Ventisquero, donde las ovejas se hacen baguales al deambular los inviernos, perdidas en la montaña.

Fue un duro trabajo, pues los baquianos no mostraban todas las posturas, pasos escondidos y acceso a pastizales argentinos que lentamente se fueron transparentando. “La viuda blanca en su grupa-la maldición del arriero-llevó a mi viejo esa noche-a robar ganado ajeno”. Las hembras madrinas eran utilizadas para ingresar por acantilados clandestinos, una campanilla en el cuello y el resto del rodeo la seguía, sendero abajo. Una vida que al parecer quedó en el pasado, evitando el último verso de la icónica de Manns: “Pero el viento no más sabe-donde se durmió mi viejo-con su pena de hombre pobre-y dos balas en el pecho”.

Yáñez Merino, el famoso “Che Hernán”,” galopeador contra el viento” (Atahualpa), el que recorrió “callado los atajos del silencio”, recitando caminos a diferentes posturas como la: junta de los ríos; la cruz del padre; bajada de raspa; laguna tome, columpios del diablo y otros, se atropella en atenciones y experiencias, sus ojos le brillan y un abrazo de” hombre solo “nos atrapa, obnubila y embelesa.


 
 
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