Los doscientos años de historia de los canalistas de Chile impresionan en sus logros y organización. El agua de riego que baja de la cordillera a través del canal San Miguel, sus múltiples canales y compuertas nos muestran un equipo que nos recibe amablemente en la oficina de la calle 26 de Diciembre #864, San Esteban. La señorita Maritza nos indica la radiografía en fichas manuales y electrónicas de cada usuario. Don Luis Carroza puede recitar la historia de cada acequia y don Fernando González dirige con pasión y desvelos.
Al ser neófito en el tema, se hace curioso escuchar el lenguaje del mundo en cuestión. De hecho, don Rodolfo ingresa a la oficina y con voz segura argumenta, produciéndose una especie de dialecto con palabras tales como: tomero, ramales, compuertas, bocatoma, regantes, acciones, tacos, acequias, tranques, embalses, deshielos, sequía, lluvias, citaciones, código de aguas, junta de vigilancia, cuenca, tendido, goteo, aspersión, contaminación, niveles de barro, etcétera. Finalmente toma nuevamente su pala y se retira.
Lo alcanzo antes que se suba a su furgón, apurado como buen tomero. Me indica que se hizo la hora para sacar la llave de una compuerta y ponerla en otra. Rápidamente explica de las aguas abajo para La Colonia, los agricultores y sus horarios, toda una cabeza que funciona como computadora. Un celular que no para de sonar, en busca de algún horario que pudiera haber cambiado de la programación. Se ha perdido ese celador de pasos lentos, ese de la bicicleta pinchada, el de la eterna pala al hombro, los tiempos han exigido un cambio y don Fito va en esa dirección.
Picunches e incas buscaron las orillas del Aconcagua y desde ahí trazaron su desarrollo agrario. Según describe Jerónimo de Vivar en 1558, las poblaciones indígenas asentadas entre el Aconcagua y Cachapoal poseían un total de 22 grandes acequias para regar todos sus cultivos. Ya había nacido un sistema de irrigación consistente en bocatomas, canales y acequias menores que llegaban a lugares aledaños a sus desperdigados poblados. Siembras de maíz, calabazas, porotos y papas bajaban del secano media falda al plano bajo riego.
Luis Carroza lleva décadas en su función de coordinador del Canal San Miguel. Numerosas obras y adelantos en la organización e infraestructura, muchas veces discutida e incomprendida por la comunidad. Es un tema muy complicado, especialmente con los años de sequía extrema que asolan al sector. Estudios etnohistóricos ya lo habían descrito, al documentar una construcción incaica en el sector Santa Rosa (cerro Mercacha), un gran canal incaico de nombre Acequia Quichibuica.
Han cambiado los tiempos en nuestra querida tierra. Adquieren importancia las disputas entre las diferentes secciones del río Aconcagua, entre los grandes empresarios agrícolas, medianos y parceleros y se van perdiendo las tradiciones campestres que ya no se incluyen en los hitos del campo, como los que se muestran en marchas y medios de comunicación. Aún el pueblo aimara practica el talatur o ceremonia de limpiado de acequias con versos cantados en kunza. Campesinos ubicados en torno al Cachapoal y Tinguiririca siguen realizando el “des luche” de los canales, en animadas celebraciones.
Veranos difíciles y caminantes regadores recorren la noche andina, cambiando tacos, chapoteando alfalfas o revisando sus goteros. Algún espíritu alumbrando con chonchones sin duda sigue anunciando la buena cosecha. Un cambio en la compuerta puede estar indicando una pendencia, toda una vida detrás de la organización de canalistas. Tiempos modernos con la foto de una pala en su Instagram, está indicando que don Pepe Cortes de Foncea pasó en vela su turno de riego, su turno de vida, haciendo el legado del amigo Mateo.
Quizá si hace 60 años los estudios geológicos y recursos financieros se hubiesen alineado, estaría construida la represa “Puntilla del Viento” y la situación podría ser diferente. Más no se debe llorar sobre la “leche derramada”, como se dice en el campo. Al menos en la zona podemos seguir confiando en los deshielos del Juncal, en las bocatomas y canales que tutela don Luis Carroza, en la organización de Asociación de Canalistas y en la sapiencia de nuestros agricultores. Se conjugan también las tradicionales rogativas en procesiones a San Esteban, guiadas por el cura párroco y el mejoramiento de las técnicas de riego.
Los papeles reflejan que la gran acequia Quichibuica (actual canal Los Maquis) era entregada en el siglo XVII, en la merced de tierras por el gobernador Alonso García Ramón con 700 cuadras a doña Isabel Osorio de Cáceres en el valle de Curimón, también se menciona a los caciques de la zona Liarongo, Tereulevi, Huenchumilla, Millanaume, (Stehberg y Sotomayor 1999).
Si bien don Luis Carroza, dibujando una sonrisa, dice que no fue testigo de esa época, qué duda cabe que en la actualidad y desde hace años es nuestro “cacique de la herencia Quichibuica”.
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