Viernes, 19 de Abril de 2024  
 
 

 
 
 
Cultura y ciencias

Costumbrismo Rural… Aquí Fidel Bravo, y que jué …

Crónicas de pueblo de Sergio Díaz Ramírez, Instagram @amanecerdelgallinero

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Década del 50 y en tierra valdiviana nacía un crío, de esos pícaros sureños, sus ojos grandes hacían presagiar una vida de aventuras, recorridos por el fundo Quineo Norte de Mafil con el sonido de una canción y de los corredores bajo el aviso de una campana. Así nació y creció el profesor andino Fidel Bravo y así anduvo por Chile, el músico y folklorista ´Oño Fidel.

Los senderos del predio que administraba su padre José Fidel y las enseñanzas de su madre Elsa María, lo arraigaron en las costumbres, en los productos, animales, maquinaria y cultivos del mundo rural. Aspectos que sin duda formaron el ADN del maestro y músico. Su pueblo Mafil asociado al ferrocarril marcó un alma de patiperro y lo llevo posteriormente a desarrollarse en otras latitudes.

Su voz carraspeada no siempre fue así, quizás las noches del “Piojo y la Pulga” influyeron, los cigarros de juventud, el sereno de los ríos o el símil del rasguño de su guitarra. Sea como sea y se entienda o no, lo atractivo de su conversación, los recovecos del camino, las recolecciones de canciones y especialmente las siembras en sus miles de alumnos, hacen detenerse en su amado colegio República Argentina, pues el tañer de un gran cencerro lo sigue anunciando, con el sonido agudo abierto característico.

Retrocede y recuerda los tiempos de estudiante, su básica rural, inicios de normalista y finalmente estudios secundarios en la Universidad Austral. Pedagogía en Educación General Básica, complementada con el Conservatorio, donde adquirió la técnica de los instrumentos clásicos, que le ayudaron a ganarse la vida en esos tiempos difíciles. Eran la época de la Reforma Agraria y su función de profesor rural, involucró participar en la construcción de la Escuela y en todo lo referente a mecánica agrícola. Cuenta que los profesores hasta “confesaban en esos terruños de Dios “.

Apenas 47 años de docencia, de los cuales 41 los ha dedicado a nuestra ciudad de Los Andes, desde los ´80, sólo tres colegios y grandes recuerdos, América, Casarino y el República Argentina. De manera paralela, su recopilación folclórica, de pueblo en pueblo, de cerros y lomas, bueyes y pingos, choros y futres, galgos y pichos, peucos y tue-tués, pero sobre todo alma y cariño, utilizando un gastado lápiz mina, bajo la penumbra de una vieja habitación de quincha.

Entusiasmado nos describe la impronta del profesor de música, sus corcheas y la mirada de un colegial, sus guitarreos y la atención del auditórium, el bombo rotundo y los silencios vivos, su amada acordeón y el estudiante rural. Si hay una semilla en cama fértil, es la que emerge en los talentos naturales de los alumnos con oído musical, en los coros juveniles, bandas escolares e incluso en los coloridos bailes chinos, propios de nuestros paisajes campesinos.

Como si fuera ayer, noches sin olvido, con mucho tinto caliente, gajos de naranja, canela, más azúcar morena y rubia. Decían que así era la música, con sazón o aliño, mas las amanecidas seguidas no dejaban abrigo. Son etapas, suspira Fidel, quien defiende al cantor y apaña al profesor. No te equivoques amor, decía doña Ada Mora que la socia soy yo y no el acordeón …

Lo enorgullece su labor de folclorista, iniciado junto a otros profesores del Ministerio, en los alrededores de Valdivia, como Neltume y San José de la Mariquina, donde se entrevistaba con las mujeres cantoras en Machitunes y Guillatunes, captando sus saberes de letras y acordes. Los talleres que organizaba el Ministerio de Educación lo hacían viajar año a año durante quincenas a Los Ángeles, Temuco, Valdivia y Punta Arenas.

Actualmente prepara su material recopilado por decenas de años, ensaya canciones con su gruesa voz en un rincón del comedor, medita su soledad que la vida le ha deparado en su etapa tardía, pero no se deja abatir y comparte sus dotes de músico con una agrupación folclórica de Putaendo autodenominada “Los Chamullos “.

Dicen “que el piojo y la pulga se querían casar”, versos entonados por Pedro Infante, que el profesor Bravo los ha hecho suyos en cada acto y peña. En pocas palabras “se hizo la boda y hubo mucho vino”. Final feliz para esta historia del amigo Fidel, un libro abierto de hojas transparentes, que no se guarda nada …De hecho agradecido les comenta a sus amigos “cabros, en serio, Dios me quiere “.

 

 

 

 

 


 
 
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