Se extraña el golpeteo del martillo, el fierro al rojo vivo, la maestría del herrero, el viento del fuelle, el yunque, la soldadura, las paredes de adobe del taller, el delantal de cuero, el chirreo de la forja. La imaginación para recomponer el viejo “loro” que tiraba las zarzamoras de los canales y las guías de los parronales. Ya se marchó el artista, se oxidó la herramienta. Apenas sobrevive el ferretero y reina la Maxi China.
La fragua era el taller del herrero, pero, más exactamente, era un fogón utilizado para forjar metales. Estructura de ladrillo o piedra, cubierta de rejillas, en la cual se avivaba el fuego pasando una corriente de aire horizontal por medio de un fuelle manual o mecánico.
Tiempos idos donde se podía mandar a anillar una masa de carreta en la salida de Los Andes, frente al Regimiento, o forjar una lámpara en hierro, en sector Las Cadenas, calle Tocornal. Sin embargo, ha muerto ese trozo de medioevo que permitía reciclar materiales, poner en valor la experiencia y admirar al maestro.
Casonas de campo cuelgan en sus paredes palas, horquetas y echonas, herramientas que pasaron a ser antigüedades y que otrora le dieron vida y sostén al mundo rural. Carretillas de fierro son jardineras, ruedas de carretas iluminan el salón, herraduras de percheros y nostalgias en vintage.
Cuando se piensa en políticas públicas, reconversión de actividades, carreras técnicas y promoción de trabajos para inmigrantes, creo que es dable preguntarse el sí o no de resucitar las forjas. Viajamos y nos admiramos de los balcones en fierro forjado en Cartagena, Michoacán o Lima. Los remaches en puertas y portones, las artesanías en madera y fierro, entonces ¿por qué no promover la fragua?
En Santiago existen maestros que -con antiguas técnicas de fabricación de fierro forjado- permiten crear variados productos, entre los que se cuentan barandas de escala, balcones, faroles, lámparas, quincallería y portones, entre otros. Sin embargo, no es suficiente para la demanda que existe y sería un buen nicho para nuestra ciudad.
Luis Arangury, es un buen ejemplo de lo que sucede en nuestra zona. Inmigrante peruano, oriundo de Trujillo, técnico metalúrgico, talento nato, es de los ancestrales que hace entrar en razón al más duro de los fierros, no posee forja ni yunque, sin embargo, conversa de tú a tú con los metales y esperamos pueda establecerse y consolidarse en el rubro.
Si nos gusta la materia original, la real. Si somos un país minero… ¿qué esperamos para poner nuevamente en valor, entre otras cosas, las siguientes herramientas de campo: ¿horca, embudo, prensa, yunque, hoz, hacha, chuzo, pala, machete, tijeras de podar y esquilar, punzón, tijerón, combo, martillo, azadón, horqueta, guadaña, pinzas, cepos, cencerros, calderos, picotas, rastrillos, arados, ruedas, carretillas, loros?
Como decía la abuelita, Dios quiera y el diablo se haga el sordo.
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