El último estudio publicado por el Instituto Nacional de Estadísticas sobre género e ingresos en Chile, que abarca el periodo 2010-2017, ha ratificado una vez más algo que ya no sorprende: las mujeres continúan percibiendo menores ingresos que los hombres.
Lo que sí es sorprendente es que las mayores brechas se producen en la medida que aumenta la educación. Por ejemplo, el ingreso promedio de las mujeres con educación universitaria es un 32,9% inferior al ingreso promedio de los hombres en iguales condiciones. Esta brecha aumenta cuando hombres y mujeres cuentan con estudios de postgrado, alcanzando, los primeros, un 42,4% más de ingresos en promedio.
¿Por qué entonces se mantiene a niveles tan altos? ¿Qué elementos consideran las empresas que asignan salarios significativamente mayores a hombres que a mujeres en un mismo puesto de trabajo, aun cuando tengan capacidades y conocimientos similares?
Si se analiza por edad, la mayor brecha salarial se produce entre los 45 y 54 años, alcanzando un 40,8% en promedio inferior para las mujeres. ¿Qué justifica esta diferencia, si en ese rango de edad la excusa de la maternidad ya no es justificable?
No se trata de machismo ni feminismo, si no de valorización del trabajo que se debe medir de acuerdo a resultados y objetivos concretos, sobre todo cuando se habla de profesionales con postgrado, con lo cual las brechas deberían acortarse.
Iniciando el 2018, estas cifras revelan que ciertamente como país tenemos una tarea pendiente.
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