Viernes, 29 de Marzo de 2024  
 
 

 
 
 
Opinión

Confusión y anacronismo de nuestra institucionalidad ambiental

Por Jorge Castillo Luco, Abogado.

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A quienes nos gusta la música podemos encontrar en los ingleses a una suerte de maestría en la misma. Al efecto existe una canción que se denomina de “ the crying game” que da cuenta de un estado confuso y de llanterío propio de una situación. De esto mismo, estamos inundados y empantanados hace buen tiempo en nuestra institucionalidad ambiental.

Recuerdo hace unos años, ocasión en que se rechazara el Proyecto Central Castilla (cuyo rechazo ha sido un enorme perjuicio para la Mina Caserones y el suministro eléctrico de la Región de Atacama). En dicha oportunidad se estableció que el proyecto se habría “fraccionado”, violentando la ley, cuando muy por el contrario se habían hecho 2 estudios de impacto ambiental y 2 líneas bases interdependientes en su estudio pero entrelazadas como tal. Hubo entonces un ardid administrativo y judicial en la misma Corte Suprema que borró con el codo 5 años y fracción de gestión administrativa.

Hoy vemos que el fenómeno se repite con el rechazo al Proyecto Dominga, el cual ha borrado con el codo la investigación, ingenierías y el tratamiento para ante la autoridad administrativa de muchos años, en este caso, por un ardid de carácter político, sin ninguna sustancia técnica a la hora de votar y ponderar desde esta perspectiva la racionalidad de la votación.

Estos 2 casos emblemáticos a la fecha, teniendo distintas connotaciones, denotan el anacronismo y estado de confusión de nuestra institucionalidad que está fervientemente contribuyendo a dar pésima señales a potenciales inversionistas  y usando una serie de factores para modificar de forma permanente y sistémica las reglas del juego en la misma y cuyo derroche económico de igual forma es no menor.

Ahora bien, estos garrafales errores a mi juicio, tampoco pueden ser sostén para confundirnos en lo que constituye nuestro vecindario. La gloriosa División Andina que por años ha forjado y aportado al desarrollo del país, no puede escudarse de los errores garrafales que gatillaron la debacle en su evaluación ambiental, sobre todo en un una especialidad que es particularmente sensible a nosotros los ciudadanos del valle, vale decir, el tratamiento socioambiental y/o con la comunidad. Para abordarlo en propiedad, no es dable “tomar té con la señora Juanita” y/o tener una empresa que haga entrega de bienes, insumos, u otros, etc. como moneda de cambio transitorio. Esto es un reflejo del antiguo modelo de RSE ya añejado y que aún perdura en la creencia de algunos que sostienen que es el camino y no se dan cuenta que fue el verdadero factor que derrumbó entre otros al denominado Proyecto 244. Hacer y trabajar en el desarrollo de una cultura socioambiental, requiere de expertiz en la suma y/o amalgama de la visión empresa con la visión comunidad, para crear finalmente una cosmovisión única que permita avanzar. Estoy seguro que este pequeño dogma, habría cambiado el rumbo de nuestra Andina si se hubiese implementado. Es cosa de mirar como otra compañía como El Morro de GoldCorp con componentes más complejas pudo desarrollar sus proyectos bajo esta pequeña fórmula, aplicada para el caso por un robusto profesional como Petri Salopera; pero esa, es otra historia…


 
 
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