El debate público del último tiempo ha repuesto la caracterización de nuestras ciudades y barrios como espacios desiguales, discriminadores y segregados. El mismo diagnóstico de expertos señala que debemos avanzar hacia una adecuada y necesaria integración territorial y social de las ciudades.
Entre otras soluciones, debemos mejorar la conectividad y escasa oferta de servicios para los barrios periféricos en los que se homogeneiza la pobreza y también, generar una oferta de vivienda para los grupos emergentes.
No sólo es necesario proveer de casas a los denominados “sin techo”, sino también hay que mejorar la vivienda y entorno de los “con techo”. A la cantidad de soluciones, es necesario también agregarle calidad. Hoy la expansiva política de viviendas sociales, cuyo número de soluciones entregadas se transformó en el indicador más relevante desde los años ‘80, no basta.
Pensar la vivienda y el barrio desde una mirada de ciudad, es hoy una exigencia. Por ello resulta urgente y esperanzador lograr las reformasque en materia de suelo discute el Consejo Nacional de Desarrollo Urbano, organismo de amplia representatividad que busca garantizarla integración social y priorizar los fines sociales sobre los particulares.
La profundidad de estos cambios y el volumen de los mismos, nos encamina necesariamente a construir una política de Estado en materia de vivienda y urbanismo, que supere el corto período gubernamental.
Integración es lo que nuestro país necesita, segregación ya hay en exceso.
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