Sabado, 20 de Abril de 2024  
 
 

 
 
 
Cultura y ciencias

Costumbrismo Rural…La Calle Sola

Crónicas de pueblo por Sergio Díaz Ramírez, Instagram @amanecerdelgallinero

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El callejón Severo Vargas en la comuna de San Esteban, ubicado quinientos metros más abajo de la ex disco El Silo, por la misma mano, se encuentra en pleno período de expansión por proyectos inmobiliarios. Un gran letrero publicita sus parcelas con el nombre de Hacienda Gabriela, y los sitios de agrado completan un pequeño villorrio, incluso divididos con calles paralelas a la avenida Tocornal. La entrada totalmente asfaltada hasta la intersección con la calle Las Parras, dan cuenta del desarrollo, mas sus calzadas perpendiculares de tierra, recuerdan un reciente pasado campesino.

Tan solo una mirada a los inicios del presente siglo: veíamos a diario salir a don Segundo Cabrera, en carretela, cargando choclos humeros, tomates o zapallos, producto de sus chacras románticas de labores antiguas. Su propiedad hace cruz con Tocornal y la calle Sola, un callejón polvoriento que recorría parrones hacia la izquierda y enfrentaba las nogaladas de doña Gabriela Vargas. El sonido del agua de riego inundaba la atmosfera productiva del lugar y hasta las diucas, invisibles en la actualidad, se dejaban ver sobre los postes de acacia que dividían los potreros.

Unos colosos atestados con cajones cosecheros de uvas salían al cruce, destino a los packing de plantas exportadoras. Un packing americano, de selección en terreno, iba dejando racimos destinados a Rosita Rodríguez, ubicada en su casa a ochenta metros, que dejaría en los lagares para sus particulares chichas gasificadas. Una casa roja colonial, que en temporadas pasadas mantenía el portón de par en par, recibiendo de manera interminable los parroquianos que se abastecían de chichas, chacolí, añejados y en guindados.

 

El caballo de don Segundo, a la usanza pasada, pastaba a orillas del camino, atado al palo del cerco y nudo pescuecero correspondiente. Una pequeña acequia saciaba su sed, en los calurosos días de octubre. La calle Sola, tenía escaso movimiento de vehículos particulares, excepto en noches cerradas, que parecía acompañada. Su carretela tenía tonos de verde, un tablón de asiento con unos cueros de cordero a modo de cojines, afirmados con corrión. Una chupalla de ala ancha completaba su figura alta y de fuerte estructura. Picota, pala y horqueta lo seguían en sus quehaceres.

Avanzaban los años y maquinaria pesada y camiones entraban en actividad, un gran tranque se construía. Sin duda la agricultura se fortalecería, las cosechas crecían y las noches se hacían día con las temporeras. En contraposición los terrenos de la señora Gabi, pasaban a certificar los planos, para hacer los roles de parcelas de agrado. La urbanización estaba en ciernes y movimientos de postación eléctrica, instalaciones de agua potable y alcantarillados, cambiaban definitivamente la olvidada calle Sola. Los planos municipales desechaban el nombre por todos los vecinos conocido y era bautizada por el de un exalcalde, Severo Vargas.   

En la década del cincuenta era común ver a los vecinos circular con velas, para poner en la animita de Carlitos, joven residente que un día lo encontraron malogrado en la soledad del amanecer. Se decía que era muy milagroso, pero no lo suficiente para resistir el paso del tiempo y las nuevas parcelaciones. Ni siquiera los poderes ultra sensoriales de Rosita Aguilera, quien ocupaba una parcela vecina al lugar, pudo descubrir la ubicación exacta de dicha animita, que se la llevó la historia. Leyendas de apariciones del ángel malo eran comunes en la muy bien llamada calle Sola. Doctores, mineros y profesores ocupan lo que era el potrero de doña Gabriela, pero también lo asombroso que después de fallecido fue Carlitos.

La historia nos cuenta que la década del sesenta encontrábamos a mano izquierda, el fundo de doña María Jara, que fue expropiado en el gobierno de Frei Montalva y entregado a sus inquilinos. La contra reforma en años posteriores hizo que lo comprara don Héctor Gioia, quien en la actualidad originó la parcelación conocida hoy como “Nido de Cóndores“. Creo que no es casualidad que dos grandes mujeres, doña Gabriela y doña María lideraran esos campos productivos. Divididos por la calle Sola, cabalgaron sus haciendas de durazneros y cáñamos con gruesos ropones, poniéndole injundia y amor a sus quehaceres.

Don Alfonso Ferrer, cuñado de don Segundo, hoy a sus 93 años, aún se deja ver de vez en cuando, en la misma esquina de las horquetas aventadoras de porotos. Su mirada un tanto perdida se funde en el saludo del doctor Carlos Arellano y el galope de los hermanos Andrade. El ir y venir del tiempo, una sinergia de la vida, que sustenta el devenir de los nuevos proyectos. Imposible comenzar de cero, muy importante es conocer quienes nos antecedieron y que pasó en el lugar que hemos elegido para elaborar nuestra propia aventura. Por cierto, no está demás evocar con unas velas a Carlitos y tratar de dar espacio a las labores agrícolas o un birdwatching en homenaje a las doñas de antaño.

Sin duda don Severo Vargas tuvo muchos méritos para homenajear su vida, mas pongo en duda que el Consejo Municipal, de haber conocido la historia de Calle Sola, hubiese tomado la decisión de terminar con su nombre. Quizás Carlitos no se lo hubiera merecido, don Alfonso no se hubiese confundido, las diucas aún se posarían en los maitenes que subsisten y sus nuevos moradores se habrían interesado por conocer su particular historia. Esa Calle Sola, la que no olvida a María ni Gabriela.

 


 
 
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