Desde Chile colonial e incluso hasta nuestros días, los poblados cercanos al mundo rural tenían una ordeña a domicilio. Cuadrillas de burras eran cabresteadas por un par de criadores, quienes enancados trotaban para comercializar un pequeño vaso de leche, lleno de propiedades ancestrales.
Generalmente a media mañana, el grito llamando a las caseritas tenía como telón de fondo el golpeteo de los cascos en las adoquinadas calles andinas. Un salto de Peruco lo dejaba sentado en un pequeño piso que la burra Eulalia afirmaba en la cincha. Unos chorros colmaban el vaso que doña Serafina compraba y guardaba como “hueso santo” para la crianza de sus pequeños.
Quedaron en la historia las burras del antiguo Egipto, cuando alrededor del año 50 A.C., la reina Cleopatra, entre las disputas con su hermano, deudas heredadas con el imperio Romano, sequías y hambrunas, se hacia el tiempo para mantener su inigualable belleza y estirpe, mediante baños cosméticos con leche de las jumentas.
No hace muchos años que un pequeño criadero de asnas existía en Paso Basaure, Los Andes. Un rincón amurallado de adobe, bajo añosos pimientos bolivianos. Ahí se escondían los corrales que amparaban los rebuznos de madres protegiendo las crías. Características salidas a Los Villares y Calle Larga por las ansiosas burras, buscando esa caricia y admiración del pueblerino.
Siguiendo la huella de los bebederos de fierro forjado, de los caballos de antiguas victorias, en el damero central de Los Andes, hacían la escala que las refugiaba y saciaba. Entre recovecos y antiguos cites, de las calles Esmeralda y Papudo, las burritas entregaban sus vitaminas que sanaban de manera natural.
En la actualidad, subiendo por La Chaparrina hacia en fundo El Barro, polvaredas de celos vemos a lo lejos, y nos encontramos con uno de los rebaños asnales más importantes del país. Cuando el desarrollo y los requerimientos van en otra dirección, un visionario sanestebino, don René Anjari decide incursionar, proteger e innovar con una especie en retirada. Es así que orgulloso muestra en la precordillera su empresa LAC-B, donde procesa tecnológicamente la leche de burra.
Nuestro país cuenta con un patrimonio genético sin igual en el norte chico. Producto del asilvestra- miento de los burros de la minería de antaño, remotos rebaños se van reproduciendo y conservando los genes que pueden dar vida y vigor a la población de otras regiones. De modo tal que la actividad de ordeña a domicilio podría perdurar.
Comuneros de Canela, región de Coquimbo, mantienen la tradición anual de realizar el rodeo de burros entre encumbrados cerros y pinchudos cactus, para contarlos, señalarlos, asistirlos y así mantenerlos con este eficaz manejo. El trabajo realizado en comunidad mantiene unido al pueblo, que orgulloso rebuzna al viento sus tradiciones.
La abuela del río, cercana al puente David García, crió a hijos y nietos con la leche de su rebaño de burras. Aun persiste la imagen característica del hato de asnos que atraviesa tranquilo el sector de Hermanos Clark.
Desde Calle Larga, Rinconada y San Esteban, tradicionales campesinos han criado las pollinas, para llevar las dosis de leche en pequeños dedales a la ciudad de Los Andes. Si bien ninguna dama ha solicitado un baño de espuma láctea, siguiendo la historia de Cleopatra y Popea, no ha faltado una mirada cómplice, al desmontar con elegancia, que llena el alma de los camperos …
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