Viernes, 19 de Abril de 2024  
 
 

 
 
 
Cultura y ciencias

Costumbrismo Rural… Tía Paulina en el Pascual Baburizza…

Crónicas de Pueblo de Sergio Díaz Ramirez. Instagram @amanecerdelgallinero

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Uno de los paisajes entrañables en cualquier establecimiento educacional, incluido sus personajes, son los casinos. En el Instituto Pascual Baburizza no es la excepción, puesto que, en ese hermoso lugar de arquitectura chilena, sin igual, no podía estar a cargo de la cocina otra mujer más que la queridísima tía Paulina, la dama del Pimiento en San Vicente de Calle Larga.

Donde se quiera ir en los rincones andinos, nos encontramos con sus críos, los alumnos que generación tras generación encontraron su impronta de calidez y acogida. Si miramos hacia atrás nos imaginamos lo jodido que deben haber sido como alumnos esos muchachos que ahora caminan hecho hombres. Los Galleguillos, los Vicencio, los Arancibia, los Acuña, y para que decir sus Lobitos.

Directivos conocedores de miles de jóvenes, sólo tiene palabras de elogio para la tía Paulina y no podría ser de otra manera, guatita llena y corazón contento para las múltiples actividades escolares y de terreno desarrolladas en un colegio de excelencia. No faltaba el pancito extra que la tía pasaba a los más comedores, para aguantar los turnos en la poda de los rosales o en las naves con gallinas.

Antigua vida de internado, donde las complicidades se normalizan, donde las noches se conversan, donde los sueños se gritan, donde los amores se escriben y los estudios se mastican. Desayunos y almuerzos, sólo una mirada y doña Paulina estrujaba esas preocupaciones y las maquillaba con su sonrisa, el cariño de su delgada mano y el consejo certero, una verdadera madre, la reemplazante, especialmente en los fríos corredores de las pasajeras desesperanzas de estudiante.

Sus carbonadas, charquicán, pantrucas, porotos con cuero de chancho, garbanzos con longanizas, comidas antiguas de los campos de hacienda que desde niña conoció. Dicen que algunos regalones disfrutaban de sus sabores, más que otros, pero, en fin, así es la vida, lo mejor para los que se lo merecen. Si bien durante la semana la minuta era estricta, durante los turnos de fin de semana podían probarse sus recetas de casa.

Doña Andrea Salinas, compañera de trabajo, nos relata sin desmayo, el apoyo que siempre le brindó, sin envidias ni disociaciones. La describe como maestra de aliños y saberes campesinos, consejera en las debilidades y cariñosa en el día a día. Estricta en ir al frente, mas muy dulce en el cara a cara.

Si bien partió de joven en el packing del fundo San Vicente, cuando los silos llenaban los comederos de los vacunos y las frutas se cosechaban con maduro dulzor, fue en el economato donde se entregó en alma a sus muchachos traviesos e ingenuos. Inolvidable equipo con Eduardo Rodríguez de encargado, Roberto Vásquez de chef y las tías Paulina, Prudencia y Celia.

Dicen que los muchachos se esmeraban con las alumnas en práctica de cocina, provenientes de la Escuela Técnica, tratando de elegir su plato favorito, sin embargo, doña Prudencia levantaba su voz de manera característica con el “no hay pan “. Eran tiempos de internados sólo masculinos, pero en algo, las estrictas reglas se relajaban en el economato.

Quien diría que un niño nacido a miles de kilómetros de distancia un 28 de abril de 1875, en Kolocep, pequeña isla de Croacia, en un período convulsionado bajo la dominación del imperio Austro Húngaro, hiciera su vida y fortuna en los negocios mineros de nuestro norte y dejara como legado el instituto que hasta nuestros días lleva su nombre, Pascual Baburizza. Así es Chile, con mucha impronta de los inmigrantes, ya que desde hace muchos años este establecimiento es financiado por la familia Luksic, también croata. Ellos se hicieron cargo cuando estaba a punto de cerrar por falta de financiamiento y le mantuvieron el nombre en honor de don Pascual, el que dio trabajo al primer emigrante Luksic que llegó al norte comenzando el siglo pasado.

En octubre de 1941, se funda el IAPB, con el objetivo de difundir y promover el adelanto de las ciencias y las artes relacionadas a la industria agrícola. Ese horizonte global sólo se puede aterrizar con los hombres y mujeres de nuestro valle, concretado con profesores, directivos, trabajadores y alumnos comprometidos. Así fue que la tía Paulina al jubilar fue solemnemente reconocida por sus más de 25 años acompañando al proyecto y haciéndolo más humano.

Doña Paulina se echó al hombro, como buena mujer campesina, no solo la vida laboral, adelantada a su época, conjugo ambos roles y hasta nuestros días, muestra orgullosa su clan, cuando los domingos recibe al almuerzo en el sector El Pimiento su tremendo familión.

Merecido homenaje a la tía Paulina, mujer de la vida cotidiana de nuestro valle y madre de otro personaje entrañable,” Lobito “, mi amigo…

 


 
 
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