La crisis argentina post elecciones primarias entrega ejemplos de comunicación política que conviene tener en cuenta para extraer lecciones, tanto positivas como negativas.
El día de la elección, y probablemente para aminorar el efecto de su derrota, Macri salió con su equipo a reconocerla antes de difundidas las cifras electorales, que resultaron devastadoras para su gobierno.
A la inversa, probablemente para aminorar el efecto de la victoria y no generar alarma, la ex mandataria Cristina Fernández de Kirchner, ahora candidata a la Vicepresidencia, no apareció en los actos de celebración.
Al día siguiente, Macri atribuyó la culpa del resultado al gobierno antecesor y al muy probable sucesor, llamando a los vencedores a una autocrítica. Con ello no hizo otra cosa que aglutinar al kirchnerismo, aumentando así la certeza de su triunfo en octubre.
Posteriormente reconoció su error y formuló él mismo una autocrítica, junto con anunciar un paquete de medidas económicas de corte intervencionista y populista, mucho más parecidas a las que se atribuyen normalmente al peronismo-kirchnerismo. Cristina seguía en silencio.
El candidato triunfador, Alberto Fernández, cuyo liderazgo real está por verse ante su poderosa eventual vicepresidenta, entregó un mensaje tranquilizador pero poco convincente para los mercados, en el sentido que cumplirá previa renegociación con los compromisos de Argentina ante el FMI. El problema es que dado el descalabro financiero de la última semana queda nulo margen para cualquier renegociación.
Solo el anuncio de Macri de que conversó con Fernández y que ambos mantendrán una línea de contacto tranquilizó leve y provisoriamente a los mercados, habrá que ver por cuanto tiempo. Y Cristina sique en segundo plano.
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