Hemos visto con desazón, como la violencia contra la mujer, ha marcado el inicio de este año. Registrando una de las cifras más brutales de homicidios en contra de éstas, desarrolladas durante los últimos años. Como PPD tenemos la convicción de que la naturalización de la violencia machista, como forma de dominación hacia las mujeres, y aceptada por siglos, ha sido una de las la causantes de la relativización de estos hechos. En conjunto con una institucionalidad, que no ha sido capaz de prevenir, proteger, e incluso investigar, las violaciones a los derechos humanos de las mujeres.
Ya que, la violencia de género en contra de la mujer, es un problema multicausal, que no solo radica en campañas mediáticas de prevención. Si no que, apunta a un marco relacional, donde el eje central, es el de las relaciones abusivas de poder entre hombres y mujeres, avaladas por nuestra cultura. Que prevalece los significados, valores; y roles sociales de lo masculino, por sobre lo femenino.
Tanto la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW 1979) como la Convención para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (1993) y la Convención Interamericana para Prevenir, Castigar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Belem do Para 1994). Además de nuestra legislación-que sin duda se encuentra al debe-obligan a nuestro Estado, a eliminar las barreras discriminatorias y a erradicar todas las formas de violencia de las que son objeto las mujeres. Con el fin de garantizar el pleno ejercicio de sus derechos humanos. Sin embargo, la falta de consenso, respecto de la definición, y alcance de lo que es la violencia en contra de mujer, percibida claramente desde la vereda machista, ha relegado esta distinción a un plano “intrafamiliar”, vinculándolo solamente al espacio privado. Por lo tanto, avanzar en una ley que trascienda la dicotomía de lo público v/s. lo privado, basada en el género y ejercida bajo el marco de las relaciones de poder, permitiría avanzar, en la visibilización de la real e histórica violencia, cometida en contra de las mujeres.
En este sentido, nuestro partido, tiene el compromiso y la obligación pública de manifestar su preocupación respecto de la temática, más aun cuando nuestras autoridades, celebran frases tan nefastas, como la cantidad de preservativos que utilizan sus hijos con las pololas, o la calidad de los deportistas, semejándolas con la cantidad de pololas que logran obtener a lo largo de sus vidas, e incluso señalando que las mujeres no tenemos derecho a decidir sobre sus cuerpos. Ah! Y como olvidar el “principio de la minifalda”, señalado por el Presidente Sebastián Piñera en su discurso, respecto del plan de desarrollo de la región de Tarapacá.
Por lo expuesto, reafirmamos una vez más, nuestro compromiso por la erradicación de la violencia en contra de la mujer. Haciéndonos cargo de lo que nos corresponde como sociedad, generando espacios de participación, apoyo y trabajo en conjunto con las mujeres de nuestro valle.
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