Jueves, 28 de Marzo de 2024  
 
 

 
 
 
Opinión

La mente frente al dolor crónico

Por Tomás Covarrubias Fredes. Psicólogo

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El dolor crónico es una de las peores condiciones a las que se tiene que enfrentar una persona, existiendo aspectos psicológicos que influyen en el dolor crónico y viceversa, pudiendo incrementar el dolor, produciendo un sufrimiento mayor que el que corresponde al daño que provoca el dolor. Esto lo sabemos ya que la comprensión científica del dolor ha evolucionado rápidamente. Antes se pensaba que su presencia implicaba únicamente la existencia de un daño físico, sin embargo, actualmente la ciencia nos ha llevado a descubrir la importancia que tienen las consecuencias de la vivencia del dolor, esto porque el dolor genera importantes reacciones emocionales que pueden potenciar el sufrimiento que lleva asociado. Dentro de estas reacciones se encuentran las siguientes:

Primero, el dolor crónico llega a hacer que las personas se planteen el para qué y el porqué de la vida. Normalmente tenemos la experiencia de que el dolor es pasajero y controlable; pero cuando aparece un dolor resistente, que no se pasa, nuestra concepción del mundo se tambalea. Surge entonces la necesidad de construir una nueva en la que tenga sentido la existencia de un dolor que no se puede evitar y en la que podamos dar cabida a sensaciones corporales incontrolables, limitaciones en la capacidad corporal que pueden implicar pérdida de contacto social o problemas laborales que pueden incluir incertidumbre económica, etc. En este sentido, la labor del psicólogo se centra en trabajar terapéuticamente todos estos aspectos del dolor para mejorarlo y hacerlo más soportable.

Segundo, el dolor suele estar asociado a la percepción de un daño que se ha producido en nuestro cuerpo. En este sentido el dolor sería la percepción del daño. Pero entre el daño y el dolor intervienen una serie de factores de tipo psicológico. El conocimiento de todos estos procesos psicológicos y emocionales implícitos nos puede llevar a aprender a manejarnos mejor con el dolor y a hacerlo más soportable.

Tercero, el dolor tiene la función de avisarnos para que hagamos algo que consiga reparar el daño físico que pensamos que lo genera. El dolor es una sensación generalmente terrible y, como indicio de un mal, amenazante. Por eso, una reacción natural en el hombre es el miedo al dolor, un miedo que es adaptativo porque nos impulsa a evitarlo y eliminarlo. Pero no siempre una reacción de miedo nos lleva a un comportamiento adecuado.  Por ejemplo, para que no nos duela algo nos estamos quietos y dejamos de hacer muchas cosas que nos hacían la vida agradable, a veces más allá de lo estrictamente necesario.

Es importante tomar conciencia de estas situaciones secundarias al dolor físico para así poder darle un abordaje más efectivo evitando caer así en la farmacodependencia y reducir el daño colateral que puede tener un dolor crónico sobre las personas que más queremos y que a su vez velan por nuestro propio bienestar.


 
 
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